* Desde la Infancia Sintió una Fuerte Vocación hacia el Cine.
* Sus estudios superiores en los orientó hacia la Televisión y la Electrónica.
* coleccionista y preservador de material fílmico y de aparatos cinematográficos, había logrado conformar la denominada Cinemateca del Noroeste.
* durante más de una década fue el único operador de cine activo en esta ciudad.
* Desde el año 2007 venía desempeñándose como presidente de la Asociación Cultural Nuevejuliense , desempeñando un papel muy importante en el mantenimiento y la preservación del Teatro Rossini.
Hace exactamente una semana, nos veíamos en el triste deber de informar a la comunidad la noticia del fallecimiento de Carlos Alejandro Raitzin, presidente de la Asociación Cultural Nuevejuliense y un experto en materia de cinematografía. En la edición de hoy hemos querido efectuarle un homenaje publicando una semblanza suya, fruto de una entrevista que mantuviera con EL 9 DE JULIO en marzo de 2009. Asimismo, esta nota se verá enriquecida con el valioso testimonio brindado por uno de los amigos de Carlos, quien fuera compañero de estudios y cointegrante el Grupo de Teatro de Cáritas, Julio César Mascheroni, a quien agradecemos por tan importante aporte.
Carlos A. Raitzin fue, en esta ciudad, la persona que más conocimiento poseía en materia de proyección cinematográfica por medio del método clásico, es decir, trabajando con cintas de celuloide. Además, fue el propietario y fundador de la Cinemateca del Noroeste, una importante colección sobre cinematografía cuyo contenido abarca un prolongado alcance temporal de más de un siglo.
Nacido en 9 de Julio, el 11 de agosto de 1975, en el hogar formado por Julio Raitzin y Norma Ferreyra. Por vía paterna era descendiente de una conocida familia de la ciudad de Carlos Casares y por vía materna era nieto del recordado «Perico» Ferreyra, destacado artista y creador de una orquesta típica que llevaba su nombre.
Sus primeros estudios los cursó en el Colegio Marianista San Agustín hasta 1988. Entre 1989 y 1994 estudió en la Escuela de Educación Técnica Nº 2. Más tarde, realizó estudios superiores en el Centro Argentino de Televisión, un prestigioso centro de estudios, para la enseñanza de electrónica, fundado en la década de 1930.
LA CINEMATOGRAFIA, PASION DE SIEMPRE
Quien descubre su vocación, sin dudas, encuentre sentido verdadero que hace, a esa persona, auténticamente feliz. En efecto, Carlos, tuvo el privilegio de encontrar esa vocación en la más tierna infancia.
Era apenas un niño cuando tuvo el encuentro por aquello que, en el futuro, se convertiría en una pasión: la cinematografía.
«En cierta oportunidad -recordaba el propio Carlos, en ocasión de la entrevista brindada en 2009- mis padres me obsequiaron un proyector estilo ‘Cinegraf’, aquellos que llevaban una película con fotografías fijas que pasaban. Ésa podría decir que fue mi primera incursión, siendo niño, en las proyecciones de cine».
La temática específica de su estudio y que su trabajo no fue el cine, desde el punto de vista de la crítica artística o de la consideración del mismo como arte en la realización; sino, más bien, su campo fue la cinematografía desde la proyección, esa que se realiza a puertas adentro. En otras palabras, las complejas técnicas que permiten proyectar una película en una pantalla, con medios tecnológicos mecánicos.
Carlos Raitzin fue, quizá el único, de los operadores cinematográficos contemporáneos que dominaba la técnica del funcionamiento de aparatos construidos desde las primeras décadas del siglo. Más aún, cuando el teatro Rossini aún estaba en los viejos equipos adquiridos en la década de 1940, Carlos era el único capaz de proyectar con éxito las cintas en celuloide.
Si bien era capaz de explicar con lujo de detalles el funcionamiento de los equipos más antiguos, no escapaba a su conocimiento la evolución vertiginosa del cine en el campo digital. De hecho trabajó incansablemente para dotar al Teatro Rossini de modernos equipos no solamente de proyección sino también para el mejoramiento del sonido de la centenaria sala.
Preocupado por la preservación del patrimonio fílmico de la ciudad, consiguió gestionar el procesamiento de una cinta, de la década de 1920, con interesantes imágenes de 9 de Julio. Más tarde, obtuvo otras filmaciones históricas de esta ciudad, todas las cuales puso a disposición, con absoluta generosidad, de todas aquellas personas que desean verlas.
Ha trabajado también en la digitalización de rollos fílmicos de importante valor documental. Uno de ellos, que lo había obtenido por mediación de Gildo Miglierina, era un documental sobre la guerra de Trípoli, el cual se encuentra disponible en Internet.
SU IMPORTANTE COLECCION
Raitzin era propietario de una de las colecciones sobre cinematografía y técnicas de proyección más importantes de la provincia de Buenos Aires. A esa colección la había denominado Cinemateca del Noroeste.
Por un lado, en ese rico patrimonio, en la sección de maquinaria cinematográfica, se destacaba un proyector para cintas de 35 mm que había pertenecido al antiguo Cine «9 de Julio». Lo había adquirido completamente desmantelado y luego de un meticuloso trabajo consiguió restaurarlo y ponerlo en funcionamiento en óptimas condiciones de servicio.
Su archivo privado resguarda otra dimensión de la cinematografía de inestimable valor: las cintas originales, de distintas medidas y extensiones. Allí pueden hallarse más de 60 largometrajes datados a partir de la década de 1930 a la actualidad. También preservó un conjunto de noticieros y documentales españoles, alemanes, argentinos, ingleses y franceses. Otras joyas son los cortometrajes originales de Chaplin, Laurel y Ardi y Abot y Costelo y un largometraje protagonizado por Gardel en 1934.
En los últimos años también, respondiendo a su pasión por el sonido y el audio, había formado una fonoteca muy completa con piezas de gran valor cultural, algunas de las cuales habían sido grabadas en la década de 1910.
OPERADOR DEL CINE
Carlos Raitzin ingresó como integrante de la comisión directiva de la Asociación Cultural Nuevejuliense apenas creada. Al principio comenzó a prestar su colaboración a los operadores que por entonces intentaban, con grandes esfuerzos, recuperar el cine para esta comunidad, el recordado Angel Cingolani y Carlos Santoro.
Tras el fallecimiento del primero y el retiro del segundo, debió acometer la compleja tarea de operar los dos proyectores antiguos que poseía en ese momento el Rossini. Ciertamente aquella tarea era compleja, ya que debía trabajar utilizando máquinas, pues la película venía dividida en actos y rollos.
«El operador -decía Carlos- debe estar pendiente constantemente de la película, para que la misma fase de manera adecuada, sin defectos técnicos y, al mismo tiempo, mirando el funcionamiento integral de la máquina se trata de una tarea con complejidad, para entendidos».
Una gran alegría significó para Carlos la incorporación, alrededor del año 2010, de los nuevos aparatos de proyección cinematográfica que llegaron al Rossini. Con los mismos, logró mejorar considerablemente la calidad de las proyecciones. Del mismo modo, desarrollo un excelente trabajo para la iluminación y sonido en la sala.
A comienzos de 2007 fue elegido presidente de la comisión directiva de la Asociación Cultural Nuevejuliense. Desde entonces continuó desarrollando una labor encomiable para el cuidado, el mantenimiento, la preservación de la legendaria sala teatral de la comunidad.
EN EL TEATRO DE CARITAS
Puede decirse que Carlos, en los últimos 20 años, ha sido un artífice, en gran medida, de la puesta en escena de las obras realizadas por el Grupo de Teatro de Caritas. En 1993 había sido convocado para colaborar como iluminador y sonidista. Desde entonces venía participando ininterrumpidamente con su aporte en las distintas obras realizadas más aún, su presencia en el grupo fue siempre gravitante pues sus servicios excedía ampliamente el campo de su especialidad, ocupándose también de otros aspectos técnicos.
En los últimos años había sofisticado, de manera admirable, los equipos de luces y sonido, consiguiendo una excelencia solamente alcanzaba con el profesionalismo.
UNA EVOCACION
Su amigo y compañero de estudios, Julio Cesar Macheroni, lo recuerda con gran estima y afecto en una evocación que, a continuación publicamos:
Conocí a Carlitos en la secundaria, por tercer o cuarto año y no teníamos charla nada nos unía en una conversación. En el último año 1994 en sexto, no sé cómo, me entero yo o él se entera que nos gustaba la electrónica y que íbamos a estudiar algo de eso. Tal es asi que nuestros padres se pudieron de acuerdo para mandarnos a estudiar a la misma universidad en Buenos Aires y también a convivir juntos en el mismo departamento.
Compartimos ese departamento de la calle Humahuaca un año aproximadamente y nunca tuvimos problemas de convivencia. Cenábamos siempre juntos, un cafecito y chocolate a la noche, mucha charla y eso nos hizo amigos.
Recuerdo que, cuando viajábamos juntos en el Liniers, de vuelta a casa, decia: – Te invito un cafecito Camarada y se iba a la parte de atrás del micro a buscar un café ya que había una cafetera con vasitos de plástico, comíamos alfajores y turrones. Casi siempre los viajes era iguales, esto fue durante el año 1995.
Ese año consiguió un material que, para el fue muy importante, en el Archivo de la Nacion. Había un documental de 9 de Julio filmado en 35 o 16 mm y el lo hizo pasar a VHS, seguramente después lo paso a DVD o digital, un material que pude ver en su proyección original con un proyector de la época. El lo mostro con todo orgullo a los amigos varias veces.
Recuerdo, una vez, trajo discos de vinilo que había encontrado en la calle, estaba contento porque había material muy valioso para su colección. Si bien no comparto esos gustos, pero era tan demostrativo con su pasión y era digno de escucharlo hablar del material conseguido.
Por esas cosas de la vida al otro año ya me quede en el 9 y perdí de vista a Carlitos.
Por el año 1999, en el mes de agosto voy a ver por primera vez una obra del teatro de Caritas. Fue el año que el grupo cumplia diez años. Quedé maravillado por la movida, lo interesante que era ese mundo y justamente vuelvo a encontrar a «Super Charli», como acostumbraba decirle, en las luces y el sonido. Me acerco para saludarlo y felicitarlo. Él se colocaba con los equipos delante de la primer fila de butacas sobre el lateral derecho del teatro si observamos el mismo desde atrás. Desde allí operó muchos años hasta que los equipos pasaron a una ubicación mejor, al costado del escenario, en la parte de atrás.
Y el máximo desafio mío en ese grupo fue cuando me llamo el Piña, Sergio Pignataro y me invito a participar en el grupo como actor ya que insistía mucho con querer probarme. A partir de ahí comenzamos una amistad grande con Charli. Esa amistad se contagio a mi esposa e hijos, invitaciones a comer a mi casa. La charla que tenía era muy interesante y a mi esposa le encantaba hablar de historia, de cine y demás con él.
El me daba consejos de actuación y eran muy validos. Para ese entonces teníamos 25 o 26 años. El tenia experiencia y sabia mucho.
Por el año 2003 fuimos a Buenos Aires a buscar obras de teatro a Argentores, obras que pudiera representar el grupo. Con Carlitos y el Piña leimos una tarde entera, ¡qué entusiasmo teníamos!.
Nos juntábamos en el departamento de Raul a comer todos los Jueves. Éramos cuatro o cinco, Carlitos, Raul, Luis, a veces Ignacio y yo. Cada semana cocinaba uno distinto… creo que Charli no cocinó nunca.
Era muy interesante ver cómo daba cine con la maquinas viejas. Yo no sabia como era el tema y por el conoci este arte digno de gente apasionada, varias tardes de sábado tomando mate con alguno de los integrantes del grupo que le hacíamos el aguante y viendo ese espectáculo que era dar cine con esas maquinas a electrodo.
Después llegó el tiempo de la maquina con lámpara, actualmente instalada y sin uso porque ya no se puede dar cine en ese formato.
En 2009 se instaló esta máquina semi nueva con un esfuerzo inmenso de Carlitos para ponerla en marcha y a punto. Se adquirieron equipos nuevos de sonido que él mismo instaló y adaptó.
Destaco su profesionalismo. Podría haber estado en cualquier compañía de profesionales, tenía imaginación y calidad para formarse la obra de teatro antes que esté en escena, la música que le iba a poner, los ruidos, truenos, destellos y cambios luces, la música justa.
Carlos tuvo la idea de colocar los micrófonos para la amplificación de las voces, todo milimétricamente armado y sin errores porque él no lo se lo permitía.
Era simpatizante de los Citroen viejos, 2cv, 3 cv. Le encantaba el chocolate. Se autoexigía al máximo para que todo salga perfecto y no fallaba.
«Super Charli» es una lástima que te hayas ido. Como se dice en el ambiente actoral: te fuiste de gira.