Carlos Walter Galán Barry. El recuerdo de un sacerdote ejemplar

galan2Por Héctor José Iaconis.

* Hijo dilecto de 9 de Julio, realizó en esta ciudad los primeros estudios, hasta graduarse de Bachiller, en Pehuajó.
* Fue ordenado sacerdote para la arquidiócesis de Buenos Aires, pero además desempeñó relevantes tareas en las Iglesias particulares de San Isidro, Goya y Morón, y en la Conferencia Episcopal Argentina.
* Monseñor Carlos Galán fue arzobispo de La Plata entre los años 1991 y 2000, período en el que supo ganarse el respeto y el afecto de la comunidad platense, para la que se constituyó en un sólido guía espiritual, y con la que compartió inquietudes y problemáticas sociales y la búsqueda de soluciones.
* Aunque sus ocupaciones lo mantuvieron con residencia fuera de 9 de Julio, jamás dejó  de conservar fuertes vínculos afectivos con su terruño.

«Cuando yo era un semina rista imberbe aprendí a mirar con respeto y admiración su figura sacerdotal; al cabo de los años y unido a él en la fraternidad del episcopado, puedo apreciar el valor de su oración, de su trabajo y de su sufrimiento por la Iglesia». Con estas palabras, monseñor Héctor Aguer se refería a su predecesor, monseñor Carlos Galán, durante una homilía pronunciada el 8 de septiembre de 1998.
¡Cuántos, laicos y consagrados, pueden testimoniar la elocuencia de los términos señalados por aquel prelado!. ¡Cuántos jóvenes vocacionados han podido hallar en monseñor Galán, un ejemplo de ofrenda y entrega a la Voluntad de Dios!.
En la fecundidad de su consagración puede admirarse, por sobre todo, el plena materialización de aquel precepto del Concilio Vaticano II: «En el ejercicio de su oficio de padres y pastores sean […] buenos pastores que conocen sus ovejas, y a quienes ellas también conocen, verdaderos padres que se distinguen por el espíritu de amor y solicitud para con todos…» («Christus Dominus», 16).
Hoy, en nuestra columna semanal, presentamos brevemente la carrera vital de monseñor Carlos Galán, dilecto hijo de 9 de Julio, quien ocupó importantes cargos en el gobierno pastoral de la Iglesia en la Argentina.
Carlos Walter Galán, nació en 9 de Julio, el 31 de mayo de 1925, hijo de Germán P. Galán Barcia, de nacionalidad española, y Brigida María Barry, oriunda de esta ciudad. Su madre, destacada educadora, ejerció la docencia en distintos establecimientos de nuestro distrito, por lapso de dos décadas. De hecho, había ocupado la dirección de las escuelas números 9 y 24.
El sacramento del Bautismo lo recibió en la Parroquia de Santo Domingo de Guzmán, por ministerio del padre Francisco Domingo Güida, el 2 de agosto de aquel año. Entonces fueron sus padrinos Diego Walter Barry y María L. de Barry.
Los estudios primarios lo realizó en la Escuela nº 1, de 9 de Julio. Más tarde, prosiguió los secundarios en el Colegio Cavallari, para culminar -hacia 1940- el bachillerato, en el  Nacional de Pehuajó. De este año, data una interesante conferencia que pronunció sobre «La vida y la obra del General San Martín», en el marco de un ciclo de conferencias estudiantiles.
Fue alumno del profesor Numa Romero, el notable catedrático de nacionalidad boliviana, que integrada el cuerpo  docente de 9 de Julio. Hacia julio de 1938, desde La Paz, respondiendo a una carta suya, Romero le escribía: «Me enorgullece su manera de pensar, su rectitud de criterio y el afecto que guarda por su antiguo maestro».

LA CONSAGRACIÓN SACERDOTAL
Se hallaba cursando la carrera de Medicina en la Universidad de Buenos Aires, cuando respondiendo al llamado de Dios, discernió  abrazar el sacerdocio. En 1947 ingresó al Seminario Conciliar de Buenos Aires, donde cursó la formación filosófica y teológica. Aquí,  también se destacó por su despejada inteligencia y aplicación; tanto así que pudo desempeñarse como subprefecto de esa Casa.
Seis meses después de ordenado Diácono, el sábado 19 de septiembre de 1953, a las 7:30 horas, en la iglesia del Seminario, recibió la ordenación presbiteral de manos de monseñor Antonio Roca, obispo auxiliar de Buenos Aires. Su primera Misa la celebró en la parroquia de 9 de Julio,  a las 10 horas, del día siguiente; oficiando como padrinos, sus padres y el presbítero Güida.
Poco después, en la arquidiócesis de Buenos Aires, le fueron confiadas tareas como vicario cooperador en las parroquias de La Candelaria y Santa Elena, respectivamente.

EN SAN ISIDRO
En febrero de 1957, Pío XII, por medio de la bula «Quadoquidem adoranda», había creado la diócesis de San Isidro. Ese año su primer obispo, monseñor Antonio María Aguirre (1908-1987), le nombró secretario canciller de la curia eclesiástica.

VICARIO EN GOYA
En 1961, Juan XXIII creó la Iglesia particular de Goya, nombrando obispo a monseñor Alberto P. Devoto, a la sazón vicario general, rector del Seminario «San Agustín» y asesor de la junta diocesana de  Acción Católica Argentina, en San Isidro. A esta altura, monseñor Devoto, nombró al presbítero Carlos Galán, vicario general de la nueva Diócesis… Tanto aquí, como en San Isidro, le cupo asistir a los respectivos Ordinarios en las primeras etapas organiza tivas de esas sedes.

SECRETARIO DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL
Entre 1967 y 1981 prestó servicios en la Nunciatura Apostólica en Buenos Aires y participó de la Asamblea del Episcopado Latinoamericano en Puebla, en representación del clero argentino.
Entre 1970 y 1987, ocupó la secretaría de la Conferencia Episcopal Argentina, de la que poco antes había sido subsecretario. Aquí llevó adelante una tarea sumamente eficaz, colaborando en la redacción de numerosos documentos emitidos por el Episcopado.
Fueron, aquellos años, de clave sentido para la vida de la Iglesia, no sólo en la Argentina sino también América Latina. Lo expuesto en el  23 de «Lumen gentium», acerca de la doctrina de la colegialidad del episcopado, habría de hacerse  acto a través de una tarea pastoral activa y de un rico magisterio posconciliar, fruto de los trabajos de la Conferencia Episcopal.

EL ORDEN EPISCOPAL

Tal como lo afirmaba Juan Pablo II, cada Obispo tiene el cometido de anunciar al mundo la esperanza, partiendo de la predicación del Evangelio de Jesucristo: la esperanza no solamente en lo que se refiere a las realidades penúltimas sino también, y sobre todo, la esperanza escatológica, la que espera la riqueza de la gloria de Dios  que supera todo lo que jamás ha entrado en el corazón del hombre y en modo alguno es comparable a los sufrimientos del tiempo presente. La perspectiva de la esperanza teologal, junto con la de la fe y la caridad, ha de moldear por completo el ministerio pastoral del Obispo. Y ese fue, precisamente, el perfil de pastor que caracterizó a monseñor Galán.
El 11 de febrero de 1981, monseñor Galán fue preconizado obispo titular de Cedie y auxiliar de Morón; siendo consagrado el 25 del mes siguiente. Recibió la ordenación episcopal de manos del cardenal Raúl Primatesta, y de los obispos de Morón y de San Justo, monseñores Justo Laguna y Jorge Carreras, respectivamente.
Mientras se desempeñaba como obispo auxiliar de Morón, la Conferencia Episcopal Argentina lo designó Delegado ante el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), y en 1984 fue designado Delegado del Episcopado Argentino para la ceremonia que se realizó en la ciudad de Santo Domingo (República Dominicana).
El 8 de mayo de 1991, Juan Pablo II le promovió a arzobispo de La Plata, sede de la que hubo tomado posesión el 27 de julio de 1991.
Presentó su renuncia, por razones de edad, según lo prescripto por el Derecho, el 12 de julio de 2000, para proseguir, en otras obras, sirviendo a su Iglesia con la misma probidad, energía  y dedicación de siempre, presidiendo el Consejo de Educación Católica de la Provincia de Buenos Aires e integrando el Consejo Nacional de Caritas.
En sus últimos años residió en el seminario de La Plata, donde falleció el 24 de enero de 2003, a los 78 años de edad.

SUS RESTOS EN LA CATEDRAL DE LA PLATA

Siguiendo su expresa voluntad, los restos de monseñor Galán fueron inhumados en el cementerio municipal de La Plata, para descansar en el panteón de los sacerdotes platenses, como un sacerdote más.
El arzobispo de La Plata, monseñor Héctor Aguer, decidió dar sepultura a los restos mortales de su antecesor, monseñor Carlos Galán, en la iglesia catedral platense. El traslado desde el cementerio de La Plata se realizó el sábado 4 de noviembre de 2006, conmemoración litúrgica de San Carlos Borromeo. La inhumación se llevó a cabo al término de la solemne celebración eucarística que presidió  monseñor Aguer, con quien concelebraron diez obispos y un gran número de sacerdotes del clero arquidiocesano. En esa oportunidad asistió el nuncio apostólico, monseñor Adriano Bernardini y el secretario de la nunciatura, monseñor Alberto Perlasca.
Durante la homilía monseñor Aguer, aludió a la voluntad de monseñor Galán de ser sepultado en el cementerio municipal de La Plata. «No debe importar demasiado a los cristianos -reflexionó el arzobispo- el lugar en el que vayan a ser depuestos sus cuerpos ya sin vida; importa, sí, a los que quedan en el mundo y los han amado. Nos importa a nosotros, importa a la Iglesia platense tener aquí, en el centro simbólico de sus grandes asambleas litúrgicas, los restos de monseñor Carlos Galán».
El arzobispo platense reveló entonces que monseñor Galán pensaba que no corresponde elogiar al difunto en los ritos exequiales y que, además, «un sentimiento agudísimo de recato le movía a mirar con horror la posibilidad de un homenaje póstumo a su persona», porque «estaba convencido de que sería en menoscabo y escamoteo de la verdad, ya que no se consideraba un buen obispo».
«Nosotros no pensamos así -señaló monseñor Aguer- pero para no merecer excesivamente su reproche sólo diré que fue un sacerdote cien por cien» y tras unas muy breves referencias a «su amor a la Iglesia, su dedicación generosa, su espiritualidad y su sabiduría».

ENTRAÑABLE AMISTAD CON PIRONIO
Monseñor Galán mantuvo con el Cardenal Pironio una entrañable amistad.  «Hemos sido bautizados en la misma pila, celebramos nuestra primera misa en la misma iglesia y con los mismos ornamentos, y la dulce añoranza por la patria chica nos aunaba en la emoción», supo afirmar monseñor Galán.
Más aún, la madre de Pironio, doña Enriqueta, sentía especial afecto por Galán.

PALABRAS FINALES
Quienes han compartido momentos, en la vida de quien nos ocupa, han podido admirar la nobleza de quien poseyó un corazón de padre y de pastor. De su mirada aguda, pero no menos bondadosa  y tierna; de su voz  de tono firme y grave, pero impregnada de calidez, se desprendía por doquier un resplandor de la paternidad.
Monseñor Galán asumió la tarea de ser profeta, testigo y servidor de la esperanza. Supo infundir confianza y proclamar ante todos las razones de la esperanza cristiana; fue profeta, testigo y servidor de dicha esperanza sobre todo donde más fuerte era la presión de una cultura inmanentista.
El amor desplegado hacia la Iglesia, y en derredor de sus fieles, fue el más claro exponente, la consumación misma, de esa respuesta que supo dar a su Señor: «Tu omnia scis, tu cognoscis quia amo te» (Tu lo sabes todo, tu sabes te amo).

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