Por Hector José Iaconis.
En mayo de 1988 cerraba sus puertas para siempre la
legendaria Tienda “La Americana”, que durante
muchísimos años estuvo ubicada en la esquina de La
Rioja y Vedia, donde hoy se encuentra la confitería
“Torremolinos”. Con el cierre de esta prestigiosa
casa, quedaba atrás una rica historia de más de un
siglo, que recorreremos en esta semblanza hoy, como
homenaje a quienes pasaron dejando su recuerdo
entrañable.
Corría 1907 cuando el señor Eusebio Gómez establecido
hasta entonces con la casa “Los Paraísos” llevado por
su espíritu progresista decidió fundar una casa de
comercio que llenara más ampliamente sus aspiraciones,
buscando la colaboración del vecino Arrillaga. De esta
manera fue constituida la nueva razón social “Gómez y
Arrillaga” abriendo su comercio en Avenida Vedia y La
Rioja, frente al local donde más tarde habría de
ubicarse.
Para muchos resultará este un dato poco conocido, ya
que “La Americana” se había iniciado como almacén y
tienda. Se supone por datos recogidos, que al comienzo
fue mucho más importante el almacén y despacho de
bebidas en cuanto a su potencial. La tienda la
componía, al iniciarse, unas treinta piezas de telas
para vestidos, otras para pantalones, bombachas y ropa
interior.
Tras seis años de actuación comercial, por vencimiento
de contrato, se alejó Arribillaga incorporándose
Gabriel Molina, quien en la ciudad de Buenos Aires
dejaba su negocio de tejido y mercería.
En ese momento se le da mayor impulso a la sección
tienda, aumentando su surtido y orientándolo hacia los
artículos de mayor calidad que fueron distinguiendo a
la casa. También se aumenta el personal figurando en
1919 como cadete Constantino Florio que alcanzara
elevada responsabilidad con el tiempo.
DEL ALMACEN A LA TIENDA
En 1921 Molina viaja a España y Francia y establece
compras directas de finas telas de fantasía. También
vendía telas a negocios de otros pueblos.
En efecto, en la etapa en que don Gabriel Molina
integraba la firma, “La Americana” pudo figurar como
firma importadora. Molina realizaba frecuentes viajes
a Europa, importaba telas y otros artículos desde
Francia España y Alemania. La importación de telas
finas hizo que “La Americana” abasteciera también a
firmas de otras firmas con dichos artículos.
Tanto fue el auge de lo importado en esa época que,
como anécdota se recordaba que hasta las serpentinas
fueron traídas de Alemania para algún carnaval.
En 1922 Eusebio Gómez se retira de la firma y sigue
Molina, quien como auténtico tendero vende la parte de
almacén. También se hacen reforma importantes en el
local para ampliar la tienda. En 1924 “La Americana”
había abierto en Patricio una sucursal y, un año más
tarde, otra en Chivilcoy
EL PERSONAL DE AQUEL ENTONCES
En un momento de su marcha comercial ante de 1940 la
dotación de personal la componían una treinta
personas. Una nómina de esta etapa consigna a Carlos
Pinciroli, Constantino Florio, Domingo Pinciroli,
Esquió Soria, Gilberto Bettoli, Mario Latorre, Osvaldo
Pinciroli, Oscar Rodríguez, Armando Cabezas, Pedro M.
Gramatica, Benito Arrendó, Ismael Bonfiglio, Ramón
Rodríguez, Ángel Derosa, Reinaldo Gonzáles, José
Fernández, Upiano Casanovas, Mario Beltrame, Horacio
Alda, Víctor Baltuzzi (h), Oscar Maidana, Adelfa
Alvarez, María Luisa Campos y Pedro Rodríguez.
EL GRAN IMPULSO
En 1926 el local ya resultaba chico para contener la
mercadería y por ello se efectuaron trabajos de
ampliación y reforma.
A esta altura, “La Americana”, contaba con casa
central en la ciudad de Buenos Aires a cuyo frente fue
H. M Lainz. Por otro lado, Carlos Pinciroli, pasó a
Chivilcoy, como gerente y Roisecco al frente de la
casa local. La razón social quedó en ese entonces como
“Molina, Roisecco y Lainz”.
También abrieron sucursal en Chacabuco a cuyo cargo
estuvo Gilberto Betton.
En 1936 fue la última reforma y ensanche. Agregaron
también zapatería y sastrería de medida. Esto ocurrió
en el local donde se ubicó finalmente, pero ocupando
toda la extensión que muestraba la edificación
uniforme. Sin duda alguna que se colocó con comodidad
entre la más surtida e importante de la ciudad.
La firma propietaria fue sufriendo recomposiciones a
través del tiempo. La última firma que guió los
destinos de “La Americana” había sido constituida 30
de enero de 1976 y la integraron Carlos Pinciroli,
Gilberto Bettoli, Hugo Basigalupo, Benito Arnedo, F.
A. Rodriguez, y Ricardo Galettiere.
En el año 1988, la hora de la liquidación y cierre
encontró a “La Americana” con la satisfacción de haber
honrado al comercio local. Desde hacía varios años se
había reducido su dimensión, eliminando secciones,
tales como zapatería y sastrería de medida.
¿Qué hogar nuevejuliense no ha estado alguna vez
vinculado a dicho comercio?
“SALDOS Y RETAZOS”
Los días titulados de “ Saldos y Retazos” era tal la
aglomeración de gente en “La Americana”, que debía
acudir la policía para su entrada ordenada al
comercio. Con mucha anticipación a la hora de abrir
las clientas que llegaban y trataban de tomar
posiciones estratégicas para poder lanzarse a la
búsqueda de las ofertas en la mesa dispuesta al
efecto. Además ello era prueba de la popularidad y
prestigio del negocio.
El local de «Caravana», hoy desaparecido, a comienzos
de la década de 1980. Ubicado en La Rioja, a metros de
Vedia. Originalmente formaba parte de la tienda «La
Americana», de ahí el formato de la vidriera y de la
puerta de acceso
(foto de Héctor «Tito» Alvarez).