TITO LANDO
La dulce
sonrisa del tango
Cuando se recorre el vasto universo del tango en la Argentina, desde mediados de la década de 1950, surge el nombre de un cantor con raíces nuevejulienses: Tito Landó. Para quienes hoy peinan canas, se trata de un nombre conocido, pues, cuando ya no se hallaba radicado en esta comunidad, no dejó de efectuar frecuentes visitas y las cuales no estaban ausentes las presentaciones en escenarios locales.
Su verdadero nombre era Néstor Gilberto Cacciatore, pero su figura quedó inmortalizada con el pseudónimo de Tito Landó.
Si bien había nacido en la ciudad de Buenos Aires, en el barrio de Floresta, el 8 de mayo de 1934, su primera infancia transcurrió en la ciudad de 9 de Julio.
Néstor pertenecía a una familia de antiguo arraigo en esta ciudad. Su abuelo, Luis Cacciatore ya se encontraba afincado en este medio a comienzos de siglo y, en octubre de 1906 había conformado su hogar junto a Dominga Barraza.
De esa unión había nacido, a fines de julio del año siguiente, Luis Santiago Cacciatore (padre de Tito Landó).
Su abuelo Luis había fundado una panadería, en la esquina de las avenidas 25 de Mayo y Río Paraná (hoy Eva Perón). Más tarde, se habían trasladado a la esquina de Salta y Robbio, barriada en la que Néstor (Tito Landó) vivió en su infancia.
Luego del fallecimiento de su abuelo, cuando contaba alrededor de nueve años, Néstor Cacciatore (Tito Landó), junto a sus padres, se radicó en la ciudad de Buenos Aires. Allí, su padre Luis Santiago, que poseía sólida experiencia en el rubro de panadería, comenzó a trabajar en la prestigiosa firma Marcola.
Néstor (Tito Landó) cursó sus estudios en conocido colegio en Buenos Aires y allí se perfeccionó en dibujo.
Siendo apenas un niño descubrió su talento para la música y el canto. Esa pasión lo a tomar clases de canto junto al maestro Eduardo Bonessi, pianista y compositor, bajo cuya experta dirección se formaron populares cantores y cancionistas así como tenores, barítonos, entre otros.
Néstor primero utilizó el pseudónimo de “Carlos Caccia”, en breves presentaciones, en los escenarios de famosos locales: “Tango Bar”, “La Armonía”, de calle Corrientes, y en diversos clubes de barrio. Por entonces, con poco menos de quince años, despertó el interés del maestro Francisco Canaro, pero Cacciatore no aceptó las condiciones de la propuesta que le formuló.
Acompañado por un conjunto de guitarras, Néstor Cacciatore, actuó con éxito en LS10 Radio Libertad, después Radio del Plata.
CON ALFREDO GOBBI
Fue el genial Alfredo Gobbi, un violinis-ta, pianista, director de orquesta y compo-sitor de tango, a quien se lo conocía con el apodo de “el violín romántico del tango” , le propuso integrarse como cantor a su orquesta, cuyo ofrecimiento aceptó hacia comienzos de 1954.
Gobbia fue quien propuso a Néstor Cacciatore el pseudónimo de “Tito Landó”, en honor a un reconocido bandoneonista, del sexteto de Carlos Di Sarli y a la orquesta de Francisco Fiorentino, que había fallecido tempranamente.
El nuevo Tito Landó (Néstor Cacciatore) debutó junto a Alfredo Gobbi en los bailes del Club Atlético Boca Juniors.
Debutó en el disco en junio de 1954. Por unos meses tuvo de compañero a Jorge Maciel, quien al poco tiempo pasó a la orquesta de Osvaldo Pugliese.
Maciel fue reemplazado por Alfredo Del Río, quien ya había incursionado en las orquestas de Enrique Alessio, Pedro Laurenz y Juan de Dios Filiberto. Con Tito Landó, Del Río formó una excelente dupla. La orquesta se presentó en LR1 Radio El Mundo y, en aquellos días, Tito Landó fue convocado al servicio militar, en el arma naval, teniendo como destino el Comando en Jefe, motivo por el cual pudo seguir actuando en el horario de 13 a 13.30 horas los martes y jueves, eso sí, con el uniforme correspondiente. También incursionaron en LR4 Radio Splendid.
El trabajo fue intenso y notable la repercusión en la desaparecida Richmond de la calle Esmeralda, frente al Teatro Maipo. Además cumplieron el recorrido habitual por los locales de mayor predicamento en su tiempo.
Según José Tiscornia, a Anibal Troilo le agradaban mucho las interpretaciones de “La última curda” y “Qué fácil es decir” (de Rodolfo Sciammarella y Tabanillo), que efectuaba Tito Landó. Destacaba su fraseo, su clara dicción y el color de su voz, que se adaptaba tanto a una letra dramática como a otra sentimental o romántica.
Poco tiempo después del último registro con Gobbi, se retiró de la orquesta, previo breve paso por el conjunto de Celso Amato. Allí se encontró con su colega Héctor de Rosas (otro vocalista de la hornada del cuarenta, que reúne todas las características del típico cantor de orquesta, integrándose a la misma como un instrumento más), y retornó a la confitería Richmond para incursionar en el género melódico. Así registrço dos temas —transformado en Rubén Cortez—, y acompañado por un conjunto a cargo de José Carli.
CON MANCINI Y EN EL CINE
En 1962, el cantor Roberto Mancini le ofreció integrar un cuarteto vocal de su creación y con su dirección. Allí se sumaba a Osvaldo Ramos, a Luis Tito Rivera y al guitarrista Norberto Pereyra, también en su momento intervino Oscar Ferrari.
Con este conjunto, Tito Landó pasó por la televisión, e intervino en un film del prolífico Enrique Carreras, “Los viciosos”, de 1962.
PALABRAS FINALES
A fines de la década de 1960, Tito Landó participó de un disco larga duración con la orquesta dirigida por Mario Canaro para el sello “Magenta”. Interpretó en el mismo cinco temas.
Su última incursión discográfica la cumplió en Colombia, en 1975, cuando fue contratado para unas presentaciones, con el acompañamiento del bandoneonista Walter Ríos.
A lo largo de su carrera, Tito Landó pudo grabar dieciséis placas con Alfredo Gobbi, cinco con Mario Canaro, dos con Walter Ríos y cuatro temas a dúo con Alfredo del Río.
Tito Landó fue un cantor hecho a la medida de su tiempo, a la luz del tango que se sentía con pasión auténtica y que se lucía en los más variados escenarios y espacios sociales. De esa época, que hoy puede parecer lejana, nos llega el recuerdo de este nuevejuliense que nos regaló para siempre la dulzura de su voz.