La historia a través de las fotografías

 

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Las fotografías, tal como lo hemos expresado con antelación, en diversas ocasiones, constituyen un documento histórico insustituible para el estudio del pasado. Una imagen fotográfica puede aportar referencias, a veces insospechadas, sobre aspectos de la vida cotidiana, características del contexto y del tiempo en que ha sido tomada y, fundamentalmente, acerca del motivo que ha llevado al fotógrafo a disparar la cámara.
La fotografía que hoy ofrecemos tiene mucho de testimonial, más allá que se ignore, al menos no nos ha sido dada la posibilidad de saberla en su totalidad, la identidad de cada una de las mujeres que posan.
1. DATACIÓN
Y SOPORTE
Esta fotografía, emul- sionada sobre papel, se encuentra montada al mismo tiempo sobre una cartulina de color café con orla, en la que aparece impresa la siguientes leyenda: «Academia de Corte y Confección ‘Fortuna’. Dirigida por la Profesora Señora Pascualna D. De Fortuna. 9 de Julio, Diciembre de 1932. Fotografía ‘Adobato’». Más abajo, fuera del ribete decorativo, aparece otras dos líneas impresas: «Foto Adobato. 9 de Julio». Los información incluida en el soporte secundario nos permite lograr una datación precisa de la imagen.
2. DESCRIPCION
Perteneciente al género del retrato grupal de estudio, la fotografía se encuentra virada a sepia. De formato rectangular en orientación horizontal , ofrece un plano general en retrato frontal con la luz artificial de flash pareja.
En la parte posterior de la escena se deja ver el fondo rígido pintado acompañado por un telón lateral. Esos «fondos» constituían un elemento estético interesante en el gabinete fotográfico de la época.
Para lograr equilibrio, armonía y simetría en el plano, el fotógrafo emplea tiros diferentes en la disposición de los retratos (tres cuartos trasero, frontal y tres cuartos delantero) en la disposición de las posantes.
3. EL TEMA
Quienes posan, como lo refiere al inscripción original, son las alumnas de la Academia de Corte y Confección «Fortuna», junto a su profesora. Al finalizar el curso anual, como era habitual entonces en estas academias y en los conservatorios de música, las alumnas se dirigían al estudio de Adobato para posar para la fotografía grupal. Vestían elegantes vestidos y, sobre todo, como puede apreciarse, se cuidaba especialmente del maquillaje y el peinado que se lucía.
El fotógrafo realizaba copias de cantidad, montadas sobre el cartón impreso, las cuales eran vendidas a quienes deseaban adquirirlas; además, las mismas eran exhibidas, durante algunas días, en el escaparate de la casa Adobato.
4. EL CONTEXTO: CORTE Y
CONFECCION Y LABORES
Saber coser, bordar, tejer era parte de los requerimientos de la denominada «laboriosidad femenina», un concepto que en esa época estaba enraizado en la sociedad. En efectos, la mujer, fiel a la condición que se le imponía de «guardadora del hogar», sabían que ese tipo de conocimiento no era superfluo.
Lo que al comienzo se aprendía en el hogar, la escuela o las revistas y libros sobre el tema, se convirtió en materia de estudio por medio de las academias de corte, confección y labores, cada una con su propio método.
Era corriente ver, desde la tercera década del siglo hasta pasada la década de 1960, a las muchachas que se dirigían a su curso provistas de una valijita de madera o similar, una gran escuadra y una regla para trazar los moldes. Muchas mujeres adquirieron así un medio de vida o pudieron confeccionar su ropa y la de la familia. Surgieron así las legendarias modistas de barrio que, formadas según aquellos antiguos métodos, daban forma a los vestidos y las indumentarias femenina antes del surgimiento de la moda «pret-a-porter»
Sin dudas este estilo de vida, o mejor aún, esta forma de aprender pertenecía a un tiempo en el que se vivía de manera distinta. Todo en ese entonces parecía ser más lento, había tiempo para sentarse en la cocina o en el comedor a conversar con las madres, las abuelas, las tías, las primas mayores, mientras se tejía o se cocía, y aprender allí un punto nuevo del tejido. Tampoco era extraño, después de cenar, en las noches de otoño, mientras se terminaban aprisa los deberes para ir a clases en la mañana siguiente, levantar la vista del cuaderno y observar a la abuela tejiendo o bordando, con una precisión característica, en estilos y formas que hoy parecen desaparecidas.
En cuanto a las labores, era ocupación habitual. En una época se enseñaban en la escuela primaria y aún quedan como testimonio viejos muestrarios de todos los puntos de costura y bordado hechos en cuadrados de batista prolijamente dobladillados. La afición por las labores llegó a la moda de llenar la casa con carpetas y carpetitas, almohadones y hasta pantallas para lámparas, que sumaban puntos a favor ante los posibles candidatos, a la hora de la elección matrimonial.

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