Curiosidades de la historia local
Cuando los hombres usaban «bigotera» y
cuello postizo
En la primera década del siglo XX ya existían en 9 de Julio varias sastrerías y algunas tiendas grandes que vendían artículos e indumentaria para caballero. Esos comercios fueron testigos del devenir histórico, de los cambios en la moda ni bien entrado el siglo.
Sin sufrir tantos cambios como la vestimenta femenina, la de los hombres comenzó a perder el empaque del siglo XIX. Fue desapareciendo la levita, que sólo continuaron usando los señores mayores, la galerita hongo, el bombín y la chistera perdió su dominio y el chambergo se impuso en las distintas variedades. En verano continuó usándose el sombrero de paja; si era de panamá, mejor. Fueron los jóvenes que adoptaron el traje a la americana y dejaron de lado los botines de caña alta, aunque las polainas tuvieron vigencia varios años más.
El deporte, sin duda, influyó en la simplificación de la ropa masculina. Había una vestimenta informal para ir al club, viajar o hacer paseo campestre. Apareció el perramus, en realidad un nombre derivado de una marca, que fue adoptado para frío y la lluvia al poco tiempo, también se fabricó para mujeres.
Según las posibilidades económicas, la ropa podía ser de medida o de confección, que ofrecía es sus avisos las casas del ramo, con posibilidad de comprar a crédito. Las sastrerías por un lado y los sastres particulares por otro eran las opciones para vestir bien.
Los zapatos tenían distintas hormas. Apartes los botines que se ofrecían en variedad de negro y amarillos, ingleses y de Estados Unidos, otra casa promo- cionaban la horma empanada, según el gusto.
Los cuellos duros eran altísimos y las pecheras, almidonadas. Los tiradores, de rigor, reemplazaban a veces al cinturón o se usaba las dos prendas.
Los accesorios eran el bastón, el alfiler de corbata, el reloj de bolsillo con cadena, que se usaba en el chaleco, y los gemelos para los puños de las camisas que no faltaban en el atuendo de los elegantes.
La operación de sujetar el cuello duro a la tirilla de la camisa era engorrosa y los botones, de quita y pon, tenían la virtud de caerse debajo de algún mueble cuando más apurado estaba el señor.
La ley de la elegancia masculina se dictaba en Inglaterra. Trajes, sobretodos y sombrero ostentaba ese sello y los géneros con que eran confeccionados tenían igual procedencia.
CUIDAR
EL BIGOTE
Los peinados, el bigote y la barba variaban según la edad. El bigote, especialmente, era objeto de cuidados y debía tener guías largas y con extremo enroscado. Esto se obtenía mediante el uso de la “bigotera” durante la noche, una especie de molde que doblegaba a las rebeldes punta.
LOS TIEMPOS
CAMBIARON
Los años locos de la década del ‘20 vieron morir perjuicios y aparecer otros, también efímeros, en materia de moda, por que su característica, precisamente, es la poca durabilidad.
El hombre también abandonó viejos hábitos. Su ropa sport se hizo más habitual. Empezó a dejar el sombrero para ciertas ocasiones y también el cuello duro, adoptando la moda de la camisa con cuello blando pegado, gran conquista en beneficio de la comodidad.
El modo como se usaba, por las noches, la «bigotera». Para mantenerlo en formas, los coquetos apelaban a la denominada “bigotera”, tira de gamuza que calzaban sobre el bigote antes de acostarse a dormir, a fin de que los pelos mantuvieran su forma.