El reto a duelo

Pablo Subirá
Manuel Osores Soler
Osores Soler junto a Subirá, en julio de 1939, un par de años antes de retarse a duelo. A la derecha, Ramón N. Poratti y el Padre Domingo Gùida,

Historias y curiosidades

En el siglo XIX, batirse a duelo era signo de civilización, era la domesticación de la venganza. Los duelistas aceptaban dirimir sus disputas por medio de reglas muy precisas. Lo contrario de las peleas callejeras que podían generar desmanes, destrucción de bienes y más víctimas. Por otra parte, el duelista era un caballero y esto significaba también una diferenciación social. Por último, se pensaba que la tramitación del duelo haría que los contrincantes reflexionaran y serenaran sus pasiones.
La ley condenaba el duelo, pero con una tolerancia particular. Los funcionarios enviados para detener un duelo siempre llegaban tarde o equivocaban el lugar. Pero, curiosamente, éste era otro de los argumentos que esgrimían sus defensores, que sostenían que el Estado era muy lento para atender las demandas que provocaba el lance.
El duelo tuvo su auge entre 1890 y 1920, después comenzó su decadencia. Hacia mediados del siglo XX batirse a duelo comenzaba a constituir un hecho anacrónico que, cuando aparecía en los medios de prensa, causaba curiosidad.
El 28 de noviembre de 1940, el doctor Manuel Osores Soler, conocido médico de 9 de Julio, por entonces diputado nacional por la Unión Cívica Radical se batió a duelo con el diputado nacional conservador doctor Vicente Solano Lima. El hecho había sido motivado a raíz de un cambio de palabras en una de las sesiones de la cámara.
Reunidos los padrinos de los duelistas resolvieron dar lugar al lance, dentro de las normas establecidas en el Código de Honor.
El lance caballeresco se llevó a cabo al amanecer, en la cancha de fútbol del Club San Isidro. El Doctor Osores Soler llegó acompañado por su hermano el médico también Alberto Osores Soler, el médico personal Doctor Francisco Nicolás Cosentino y los padrinos diputados nacionales Poblet Videla y Vázquez. Por su parte el Doctor Solano Lima arribó en compañía de sus representantes y del diputado nacional y de su médico Doctor Benito De Miguel. El director del duelo fue el Doctor Matías Pinedo Oliver.
Pactado a 25 pasos de distancia, el reto se llevó a cabo con tiro de pistolas de duelo. Del trance, los duelistas resultaron ilesos, después hubo reconciliación y compartieron un almuerzo.
EN 9 DE JULIO
No fue aquella la única vez que el doctor Osores Soler retaba a duelo a un oponente. Un año después lo hizo con el doctor Pablo Subirá.
A raíz del bochornoso acto eleccionario del domingo 7 de diciembre de 1941 el presidente del Comité local de la UCR de 9 de Julio, Doctor Manuel E. Osores Soler, responsabilizó de la ofensa inferida a la ciudadanía de 9 de Julio del distrito al Doctor Pablo Subirá, del Partido Conservador, exigiéndole una reparación por las armas.
Para disponer la mediación, el doctor Osores Soler designó como padrinos a los doctores Felipe Gardella y Angel R. Galcerán, mientras que el doctor Subirá nombró a los doctores Rogelio J. Solís y Rodolfo Espíl.
A diferencia del caso anterior, aquí no hubo lugar al duelo. Los padrinos se encargaron de intercambiar notas y consignar las actas respectivas para dar por finalizado el hecho de manera pacífica, alegando que, por haber sido el resultado de esos comicios, un hecho de “carácter exclusivamente político, no hay por consiguiente agravio ni causa para duelo”.
Poco más de una década y media después, otros dos conocidos nuevejulienses, también dirigentes políticos, se retarán a duelo, aunque el lance caballeresco nunca llegará a concretarse.
DE UN TIEMPO LEJANO
Hoy, la práctica del duelo es recordada como una costumbre de un tiempo muy lejano. En el siglo XX se sucedieron acontecimientos muy complejos, dos terribles guerras que cobraron millones de vida y que hicieron reflexionar acerca del verdadero valor de la vida. Los dichos en las discusiones políticas que desembocaban en desafíos pasaron a ser considerados excesos de lenguaje. Al mismo tiempo, el honor comenzó a ser noción de honradez, comportamiento correcto y buen desempeño profesional; más un asunto de conciencia que de reputación. La sociedad había cambiado.

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