No estuve ahí, sólo vi la foto, pero puedo contarte letra por letra, palabra por palabra, imaginariamente, lo que se dijeron en esa charla.
Ella con las manos detrás como una profesora que todo lo sabe y todo lo enseña; él atento como el más aplicado de los alumnos.
Ella le dice lo feliz que se siente de que esté su bisnieto en su querido pueblo y de como su mamá se quedaba con ella, de bebé y luego al crecer, todas las vacaciones de verano y aún las de in- vierno. Él le dice que pasó la «mejor noche de Reyes» de su vida, porque los vio en persona y de carne y hueso, y enumerará uno por uno los regalos que estos magos le trajeron.
Ella contesta que vió como uno de ellos le bajó una luna redonda y perfecta para convertirla en la pelota soñada que forma parte de esos «trofeos» y con la cual, seguramente, dormirá abrazado .
El entonces le hace una pregunta de esas que es difícil contestar sin rozar la mentira, pero ella sale airosa con la simple sabiduría que da la experiencia y él se queda conforme, a medias, pero complacido con la simbiosis entre la luna y la pelota creada por su bisabuela.
Ella le dice que hace calor, y él la invita a meterse en su mini pileta que lleva a todos lados y donde se refresca y juega como el niño que es, y ella lo hace, se mete y se sienta, con sus achaques, sus dolores, pero con todo el amor del mundo, a jugar y mojarse junto a él, aunque luego alguien la tendrá que ayudar a levantarse pero no para descansar, sino para hacer uso y abuso de «la generala», otro de los regalos recibidos, y los dados van y vienen, van y vienen, incansables, como ambos.
Ella le dice que su madre y su abuelo aman esa tierra, ese «lugar en el mundo» que es La Niña y él la mira con una inocencia y ternura que no conoce límites, sabiendo que ése también será su destino.
Ella es mi madre, se llama Zulma y tiene 83 años. El es mi nieto, de nombre Benicio y tiene sólo cinco. Setenta y ocho años los separan, toda una vida. Pero se miran y se aman, y los dos son niños y los dos son ancianos…hay algo en el aire, en el entorno (lo noto al mirar la foto) que los hace unirse para siempre, y cuando digo para siempre, es para siempre.
Seguramente, dentro de muuuuchos años, Zulma ya no estará, y entonces, cuando Benicio pregunte por ella, alguien tendrá que explicarle que los viejos queridos, como los súper héroes, nunca mueren…¡¡sólo se vuelven invisibles!!.
Sergio Depetri / Enero de 2020