Dora L.Marenco

* Desde muy joven arribó a 9 de Julio, en compañía de su esposo.
* Integró algunas instituciones, en todas las cuales manifestó solicitud y constante dedicación.
* Su obra más importante, en compañía de otras damas, fue la fundación de la Cooperadora del Hospital «Julio de Vedia», desde donde surgieron varios emprendimientos relevantes.
* Sin ser oriunda de esta ciudad, amó a 9 de Julio y la consideró una parte muy importante en su vida.

Cada vez que alguien da amor a través de tal o cual tarea, es porque existe amor en su corazón… La solidaridad no es un sentimiento creado desde un vacío; por el contrario, surge desde el amor, la necesidad de desplegar ese amor, hacia los demás.
Exactamente, Dora Lamela de Marenco, una nuevejuliense adoptiva fallecida hace varios años atrás, mucho conoció de ese acto existencial de dar amor en obras.
Había nacido en la ciudad de Olavaria, el 15 de diciembre de 1921, fueron sus padres de Joaquín V. Lamela y Antonia Lagardía.
Contaba alrededor de cinco años cuando sus padres se afincaron en la ciudad de Buenos Aires. Allí cursó sus estudios; primero, en el Colegio «Nuestra Señora de la Misericordia»; y luego, en la prestigiosa Escuela «Antonio Bermejo», aquella que se levanta en la avenida Callao.
Inmediatamente después de culminada la formación media, habiendo obtenido el título de Perito Mercantil, ingresó al sector de Exportación del Ministerio de Industria y Comercio, donde permaneció cerca de doce años. Se retiró de este empleo, ocupando la secretaría privada, precisamente para trasladarse a 9 de Julio.
En Buenos Aires, contrajo matrimonio con el recordado Marcos Marenco, a quien había conocido, siendo muy joven, durante una celebración realizada en el Colegio «Santísimo Redentor», de la congregación Salesiana, donde él había cursado sus estudios. Desde entonces, unidos primero por la amistad y luego desde el matrimonio, mantuvieron una fuerte unión y un gran compañerismo.
EN 9 DE JULIO
Aún bastante tiempo antes su establecimiento en 9 de Julio, tanto a Dora como a su esposo, les era una ciudad familiar. Marenco, viajante de la Química «Bayer» solía recorrer la región y detener su camino en esta ciudad.
Cierta vez, llegó a su esposo un importante ofrecimiento laboral. La familia Zurro, propietarios de una conocida empresa cinematográfica, quienes además había sido sus condiscípulos en el «Santísimo Redentor», pusieron en manos suyas la administración del Cine en 9 de Julio.
Ante ello, debió acompañar a su esposo, junto a su pequeña hija, al nuevo destino. Desde entonces, tanto a Marcos como a su esposa, les ligó fuertemente una acción encomiable en beneficio de nuestra comunidad, la cual ya les hace parte de la historia del lugar.
EN LOS ORIGENES DE LA VIDA DIODESANA
Tanto Dora como su esposo tuvieron un rol en la vida laical apenas erigida la Diócesis de 9 de Julio. Después de 1957, año en que asumió sus funciones pastorales el primer obispo de 9 de Julio, monseñor doctor Agustín Adolfo Herrera, fueron convocados para ayudar en la obras eclesiales de la nueva Diócesis. Su esposo, concretamente, fue unos de los principales actores durante la gestiones previas y la posterior edificación de la actual Parroquia «Nuestra Señora de Fátima».
Dora y Marcos Marenco pertenecieron a un grupo de familias que se mantuvo, en todo momento, cerca del prelado. De hecho, en varios oportunidades le acompañaron su Catamarca, su provincia por adopción, para peregrinar al Santuario de Nuestra Señora del Valle.
Esta fuerte amistad se mantuvo hasta los últimos años de vida del obispo, aún cuando este había sido puesto al frente de otra sede episcopal. En 1991, en ocasión de la toma de posesión de monseñor Tomassi, Herrera había visitado 9 de Julio y elegido alojarse, precisamente, en casa de esta familia a la cual estimaba de modo especial.
UNA VOCACIÓN DE SERVICIO
La fuerte vocación de servicio de Dora Marenco se ha manifestado en diferentes sectores de la vida social e institucional de 9 de Julio. El Colegio Jesús Sacramentado, donde cursaba estudios su hija, le contó como activa colaboradora, formando parte de la comisión cooperadora o asociación de padres del establecimiento.
En septiembre de 1965 fue fundado el Club de Leones de 9 de Julio. Su esposo fue designado miembro de la mesa directiva, y Dora comenzó a formar parte de la primera comisión de Damas Leonas. Aquí también dio mucho de su persona, mediante un conjunto de obras importantes, volcadas en beneficio de la comunidad.
LA COOPERADORA DEL HOSPITAL
Pero, la figura de Dora se encuentra íntimamente ligada a la trayectoria de la Asociación Cooperadora del Hospital Zonal «Julio de Vedia», entidad cuya comisión presidió por lapso de un cuarto de siglo.
En efecto, junto a un grupo de catorce damas fundó la institución, que tenía por principal objetivo la asistencia solidaria hacia el nosocomio. Un hecho, tan auspicioso como seguramente inédito, fue la permanencia dilatada de sus miembros: durante 25 años, la comisión, integrada por las mismas personas, operó de modo intachable.
Esa comisión de damas, presidida por Dora Marenco, se constituyó en un pilar sumamente importante para el Hospital. De su interior se desplegó una actividad social por demás destacada, fruto de una administración admirada por todos quienes contemplaban el trabajo de sus miembros.
El Salón «Abuelo Julio», por cierto, es la obra más relevante, encomiástica de tantos desvelos y horas de labor. Muchas veces, especialmente cuando debían trabajar para la organización una fiesta, pues de esa forma se procuraba los fondos, debían permanecer cerca de ocho horas, y otras veces muchas más, en preparativos.
La construcción de las cocheras interiores para las ambulancias, dependencias y sanitarios para el personal encargado de la conducción de esos vehículos, un jardín, un incinerador especial, son sólo algunas de las obras llevadas adelantes. Además, el equipamiento general, la adquisición de insumos y elementos médicos, forman parte de la lista de logros de la Asociación Cooperadora presidida por Dora.
Una característica muy importante, forjadora de los destinos de la entidad, fue el arraigado espíritu de unión y amistad existente entre sus miembros. La comprensión, la aceptación de las cualidades y limitaciones del otro, era una virtud corriente, desde donde fluía un espíritu de camaradería, poco observado en otros agrupaciones similares.
PALABRAS FINALES
Dora Marenco se caracterizó por su diálogo vivaz y deleitable. Muchos aún recuerdan su espíritu de trabajo, su dinamismo, ofrendando sus dones, su temperamento encantador.
Sin duda, ese influjo especial de su personalidad fue uno de los mecanismos motivadores para hacer vivenciar también en los otros el valor de la solidaridad hacia el prójimo.

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