Por Héctor José Iaconis
* Hijo del teniente coronel José María de la Plaza, vivió su infancia y primera juventud en 25 de Mayo.
* Llegó junto con las fuerzas militares fundadoras de 9 de Julio y, enseguida, formó aquí su hogar.
* Al estallar la Guerra del Paraguay marchó al frente de batalla donde fue herido de muerte.
* Su esposa fue, junto a Mercedes V. de Labbé, una de las primeras educadoras, radicadas en este pueblo apenas fundado.
En pocos días, el próximo martes 27 de octubre, la ciudad de 9 de Julio arribará al 157º aniversario de su fundación. En este marco resulta propicio recordar el nombre de uno de los actores de aquel hecho fundacional que, por diferentes circunstancias, ha permanecido olvidado.
Alejandro de la Plaza fue, junto con otros militares y civiles, protagonista directo de aquellas primeras jornadas en la vida de 9 de Julio. Lo evocan, cierto es, un retrato suyo que se conserva en el Museo local, una pequeña placa conmemorativa perdida en la fachada del Palacio Municipal y unas pocas citas en alguna bibliografía menos corriente.
Una larga lista de nombres, conservada en el Archivo General del Ejército, da cuenta de la población que movilizó Julio de Vedia hasta el paraje “Tres Lagunas”. Al repasar esa nómina, donde subyace tanta historia, surge una primera incógnita: ¿qué fue de sus vidas?, ¿cuántos de ellos mojaron el suelo con su sangre, en la pampa o en tierra paraguaya?, ¿cuántos regresaron tras la Guerra de la Triple Alianza?, ¿qué fue de esas mujeres, auténticas heroínas de esa trama?
Desde luego, la mayor parte de esos interrogantes no encuentra respuesta en las fuentes históricas, fuera de cuyos márgenes se pierde una inmensidad de datos.
Al referirnos hoy al capitán de la Plaza lo hacemos con el convencimiento de que, en su nombre, evocamos también a tantos protagonistas anónimos de nuestra historia.
Había nacido el 29 de mayo de 1835, recibiendo el bautismo en la parroquia de la Guardia de Luján el 3 de marzo del año siguiente (1); aunque en la partida de bautismo no está del todo claro si el año de nacimiento es 1835 o 1836.
Su padre, el teniente coronel José María de la Plaza, era un soldado identificado con la causa federal. Al momento de producirse el nacimiento de Alejandro, prestaba servicios en la Frontera Oeste de Buenos Aires, en el Fuerte 25 de Mayo (2).
Su madre, Petrona Villagrán (en la partida de bautismo se indica erróneamente su apellido), fue cautiva de los indígenas durante diez años hasta que, luego de escapar, fue rescatada por José María de la Plaza, quien con el tiempo se convertiría en su esposo.
La historia de su madre es, sin dudas, muy interesante. Por ello, tal como la narró Amelia de la Plaza (hija de Alejandro y nieta de Petrona), la citamos a continuación:
[…] mi abuela, Petrona Villagrán, chilena de origen, fue tomada cautiva por Calfucurá, en un malón llevado al otro lado de la cordillera, en el que fueron asesinados sus padres. La pequeña Petrona permaneció en las tolderías de Calfucurá hasta los 17 años, en calidad de cautiva, al servicio de la mujer del cacique y varias veces intentó fugarse. Una vez a caballo, aprovechando que tenía a su cuidado uno de los parejeros del cacique, pero fue alcanzada y llevada de nuevo a las tolderías, donde fue condenada a morir… Una indiecita, hija del cacique, la pidió y consiguió ser perdonada; pero, para que no volviera a fugarse, le descarnaron los pies…
Una noche, en plena pampa argentina, la cautiva, mientras simulaba dormir, oyó decir a unos indios que el campamento del coronel de la Plaza (el que fue mi abuelo más tarde) se encontraba a pocas jornadas en dirección a la salida del sol. Petrona, que ya contaba 17 años, comenzó a juntar carne charquiada y otras provisiones y una noche huyó de la toldería caminando para atrás, a fin de que no pudieran seguirla por las pisadas. Caminó toda la noche, guiándose por las estrellas y durante el día permaneció escondida en las vizcacheras, cuya boca tapaba de pajas para no ser vista por los indios que salieron a ‘campiarla’…
Después de varias noches de camino y cuando ya desesperaba de llegar hasta el anunciado campamento […] oyó las dianas lejanas de la tropa, lo que le dio ánimos para seguir llegando así hasta el punto en que acampaban los soldados, siendo recibida por el propio coronel de la Plaza… Petrona fue conducida más tarde a Lobos, donde fue reeducada… (3)
CARGOS CIVILES Y EL INICIO DE LA CARRERA DE ARMAS
No debieron ser fáciles los años de su infancia en 25 de Mayo. Su padre falleció cuando contaba diez años de edad.
Con una veintena de años comenzó a desempeñar funciones en el pueblo. En 1858 fue designado secretario de la Corporación Municipal (4) y trabajó en el Juzgado de Paz (5).
En 1859 se incorporó en el Ejército, revistando en el Batallón 9° de Infantería de Línea.
EN LA FUNDACION DE EN 9 DE JULIO
En octubre de 1863, a los fines de fundar 9 de Julio, el coronel Julio de Vedia, jefe de la Frontera Oeste, había efectuado la reunión de tropas que debían movilizarse. Entre esas fuerzas se encontraba el Batallón 9° de Infantería de Línea.
De la Plaza, con el grado de Teniente Primero, integraba la 1ª. Compañía del 2º Escuadrón, que se encontraba al mando del capitán Eliseo Márquez (6).
Inmediatamente, se radicó en 9 de Julio, formando parte junto a su esposa e hijos de la primera población del naciente pueblo, que fue creado por ley, en febrero de 1864, poco tiempo después de la fundación del campamento.
EN LA GUERRA DEL PARAGUAY
Al estallar la Guerra del Paraguay, se movilizó con las tropas en campaña. Asistió a diferentes enfrentamientos, participando de las batallas de Tuyutí y Curupaytí. En esta última fue herido el 22 de septiembre de 1866 y trasladado al Hospital de Corrientes donde falleció el 1º de octubre del mismo año (7).
Desde los diferentes campamentos en que había estado, durante esa campaña, escribió algunas cartas a su esposa, de las cuales se conservan ejemplares.
SU FAMILIA
El capitán Alejandro de la Plaza había contraído matrimonio con Bonifacia Vieira, nacida en 1838 en la República Oriental del Uruguay y fallecida en 1882 en esta ciudad. De esa unión habían nacido seis hijos, de los cuales habían sobrevivido tres: Ecilda, Amelia y Alejandro.
Ecilda, la mayor, había nacido en Mercedes el 1° de noviembre de 1856; Amelia en 1860 y Alejandro en 1862.
Ni bien arribó a 9 de Julio, Bonifacia, se ocupó a la enseñanza de las niñas en edad escolar que conformaba aquella primitiva población. Para ella, como para muchas mujeres que se establecieron en estas tierras tan tempranamente, esos años estuvieron llenos de penurias y privaciones (8). Para ella, sobre todo cuando quedaban en estado de viudez, no era tan peligroso el indio como la presencia de determinados individuos en la población militar y civil.
Fundó una escuela que fue reconocida oficialmente por la Sociedad de Beneficencia, la cual le otorgó su apoyo (9). Asimismo, ya viuda, gestionó y obtuvo de la Corporación Municipal de 9 de Julio la concesión de algunos solares y de una quinta.
Por ser viuda de un guerrero del Paraguay le había correspondido una pensión, otorgada por ley del 9 de octubre de 1865. Cuando contrajo enlace, en segundas nupcias, con el comerciante Anastasio Prieto, perdió ese derecho y gestionó el traspaso de la misma a sus hijos menores de edad, Amelia y Alejandro, en septiembre de 1877(10).
Su hija Ecilda, casada con José Villar, con el tiempo, se radicó en 25 de Mayo y Amelia falleció sin descendencia.
Su hijo Alejandro, casado con Rosario Illescas, permaneció en 9 de Julio donde desempeñó funciones políticas en el gobierno local. Sus descendientes aún viven en la comunidad.
PALABRAS FINALES
Es curioso que, en tantos años transcurridos, en que se ha impuesto a las calles y pasajes de la ciudad tantos nombres -algunos de los cuales, más bien, debieron ser olvidados- no se haya tenido en cuenta honrar el del capitán Alejandro de la Plaza.
Sin la certeza de una tumba conocida (suerte que también comparte con su compañero de armas y copartícipe en la fundación de 9 de Julio, el general Vedia), tampoco lo perpetúa una estatua o una losa donde cumplir el obligado ritual de depositar una ofrenda floral. Sirva pues, esta escueta semblanza, para rescatar de la caliginosa morada el pasado a este soldado que vivió en las jornadas difíciles de la ocupación de la pampa india y entregó su vida en un campo de batalla extranjero.
NOTAS
(1) Archivo del Santuario Mariano de Luján, Libro de Bautismos n° 4, folio 237.
(2) JACINTO R. YABEN, Biografias Argentinas y Sudamericanas, Buenos Aires, Editorial “Metrópoli”, 1939, tomo IV, pág. 691.
(3) Entrevista a Amelia de la Plaza publicada en “El Orden”, edición especial “Homenaje al 75º aniversario de la fundación de Nueve de Julio”, 1938.
(4) EDUARDO FARRELL, Entre misas y malones : los sacerdotes diocesanos en los pueblos de frontera con el indio en la segunda mitad del siglo XIX (Tesis de licenciatura – Universidad Católica Argentina, Facultad de Teología) [en línea], 2008. Disponible en: http://bibliotecadigital.uca.edu.ar/repositorio/tesis/entre-misas-malones-sacerdotes.pdf
(5) VICENTE O. CUTOLO, Nuevo Diccionario Biográfico Argentino (1750-1930), Buenos Aires, Editorial Elche, 1978, tomo V, pág. 539.
(6) Cfr. MEINRADO HUX, El General Julio de Vedia. 1826-1892. Su vida y trayectoria militar, S.d., 2006, pág. 49. BUENAVENTURA N. VITA, Crónica Vecinal de Nueve de Julio, 1863-1870, La Plata, Publicaciones del Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires, 1938, pág. 38.
(7) Certificación de Servicios del Capitán Alejandro de la Plaza (Expte. N° 15927/32), Buenos Aires, 20 de septiembre de 1932 (copia facilitada gentilmente por su bisnieto, el Doctor Abel A. de la Plaza).
(8) Cfr. HECTOR J. IACONIS, «Mujeres en la historia de 9 de Julio: Las fundadoras anónimas de la comunidad» [en línea], Diario EL 9 DE JULIO, 24 de febrero de 2018. Disponible en: https://www.diarioel9dejulio.com.ar/noticia/88855
(9) VITA, op. cit., págs. 38, 54 y 55.
(10) Informes de los Consejos Legales del Poder Ejecutivo (de 1875 a 1878 inclusive), Buenos Aires, Taller Tipográfico de la Penitenciaría Nacional, 1893, tomo V, pág. 110s.