Recopilación: Héctor José Iaconis
* Por más de cuatro décadas fue cura párroco en la localidad de Dudignac.
* Apenas creada la parroquia debió organizar y fomentar el culto en la comunidad, creando las primeras instituciones piadosas y movimientos laicales parroquiales.
* Sacerdote de perfil altruista, fundó la actual Escuela de Educación Media Nº 6.
La espiritualidad sacerdotal es siempre parte de la Iglesia como signo o sacramento de Cristo. Es una espiritualidad que se realiza en el anuncio, la celebración y la comunicación del misterio pascual. Por ello mismo, debe profundizarse más en relación con los designios de salvación manifestados por Dios en su Palabra e insertarse con sentido de solidaridad en las situaciones sociales e históricas. Siempre es una espiritualidad de inmanencia (o cercanía) y de trascendencia, de consagración y misión, de un presente histórico en una Iglesia peregrina (escatológica), que camina hacia un encuentro definitivo de toda la humanidad con Cristo resucitado.
En esos conceptos, que no son expresiones abstractas, sino nociones concretas, llamadas a ser vividas, parece sintetizarse la vocación del padre Miguel Della Penna, el gran sacerdote que, durante varias décadas ejerció su ministerio en la localidad de Dudignac, desarrollando una notable tarea.
Había nacido el 12 de diciembre de 1899, en Italia, en Casalbordino, un pueblo pequeño, en la costa de Abruzzo. Situado en el medio de verdes colinas, abrazado por las majestuosas montañas de los Apeninos y acariciado por el mar turquesa del Adriático, por esos años el pueblo poseía poco más de cinco mil habitante.
Junto a su familia inmigró a la República Argentina. Afincado en estas tierras, de condición humilde, siendo joven realizó diferentes trabajos rurales.
Sintiendo su vocación hacia el sacerdocio, ingresó en el Seminario de Buenos Aires, ubicado en Villa Devoto. La vocación, toda vocación, y por tanto también la vocación al sacerdocio, es una semilla que Dios ha puesto en el corazón pero que, como las semillas de la parábola del evangelio, tienen que encontrar la tierra buena para poder crecer y desarrollarse. Ciertamente, en el corazón del padre Miguel esa semilla vocacional encontró un terreno fértil.
En el Seminario de Buenos Aires, recibió una sólida formación en filosofía y teología, cursando sus estudios en la Facultad de Teología que funcionaba en el mismo seminario, dirigida por los padres de la Compañía de Jesús, con la tutelar figura del rector Germán Rinsche.
Concluía su formación académica, el 16 de diciembre de 1934 fue ordenado Presbítero en Buenos Aires.
EN DUDIGNAC
El padre Miguel Della Penna fue el primer sacerdote en permanecer, de forma efectiva, al frente de la iglesia de la localidad de Dudignac. El 19 de marzo de 1937, monseñor Juan P. Chimento, primer obispo de la Diócesis de Mercedes, realizó una visita pastoral a Dudignac, bendiciendo la casa habitación para el sacerdote.
En esa ocasión, de acuerdo con un documento que se conserva en el archivo de la Catedral de 9 de Julio, monseñor Chimento, instaló « el sacerdote que permanecerá al frente de la capilla, en calidad de vicario cooperador de la parroquia de 9 de Julio y que ejercerá su ministerio en la zona de Dudignac y Morea». Ese sacerdote era el padre Della Penna.
Al mismo tiempo, el Obispo de Mercedes, jurisdicción territorial a la que pertenecía entonces la iglesia de Dudignac, le encomendaba el establecimiento, a la brevedad, de la Misa de Niños y del Apostolado de la Oración. A partir de entonces, la Capilla de San José de esta localidad quedaba comprendida dentro de la Parroquia de 9 de Julio.
El padre Miguel tomó posesión de su cargo el primero de mayo del mismo año y, apenas tres días más tarde, suscribió la primera partida.
Su dinamismo apostólico se hizo notar desde las primeras horas, pues a poco de su llegada fundó la «Cofradía de San Luis Gonzaga», el 11 de mayo de 1937; la Congregación de Santa Teresita del Niño Jesús, el 17 de mayo del mismo año; el Apostolado de la Oración, el 1º de julio y la Agrupación de Hijas de María, el 25 de julio.
Joven todavía y del espíritu progresista, consideró importante agrupar a los jóvenes de entonces en un proyecto común, fundando la denominada «Asociación de San Vicente de Paul», el 23 de noviembre de 1938. Tanto fue su dedicación en este sentido que, en pocos años había incrementado considerablemente el número de sus miembros, realizando diversas actividades de importancia hasta que, en junio de 1942, creó el Centro de Jóvenes «San José», perteneciente a la Asociación de Jóvenes de la Acción Católica.
No menos importante fue la obra del círculo de señoritas de acción católica que fundó en septiembre de 1942 y cuya primera mesa directiva fue integrada por María Tardella, Amelia Lorenzo, María Rodríguez, Amelia Lorenzo, Elsa González, Elisa Larriba y Beba Calvo, entre otras.
La labor emprendida por el sacerdote en la localidad no tardó en ser valorada es reconocida por sus superiores. En enero de 1946, monseñor Anunciado Serafini, Obispo de Mercedes, sucedor de monseñor Chimento, erigió canónicamente la Parroquia de San José de Dudignac, confirmando al padre Miguel con el título de Cura Párroco.
A lo largo de su prolongado misterio, jamás desatendió a la comunidad de Morea, que sus obispos confiaron a su cuidado pastoral. El fue, junto a otros vecinos, el impulsor de la obra de construcción de la Capilla de Nuestra Señora de Luján, de Morea.
La primera capilla fue un galpón, de chapa y madera (hacia el oeste de la planta urbana de Morea). Luego fue reemplazado por la capilla que se conserva en el lugar actual, de material , construcción que estuvo a cargo de los hermanos Avila. En ese nuevo tempo celebró, en 1957, los dos primeros matrimonios: Maria Ernestina Zalazar con Oscar Astoviza, y Susana Edith Larrea con Arnaldo Luis Bottini, respectivamente.
LA FUNDACION DE LA ESCUELA DE EDUCACION MEDIA
El Padre Miguel fue fundador y propulsor de la Escuela Secundaria de Dudignac (hoy Escuela de Educación Media Nº 6). Trabajó incansablemente desde comienzos de la década de 1950, junto a la comunidad para conseguirla. Una mañana de abril de 1953 echó a vuelo la campana del templo anunciando a Dudignac que había nacido el Instituto Adscripto.
Su misión en el establecimiento fue la de un verdadero preceptor, cuidaba de los alumnos, los ayudaba, los aconsejaba y en todo momento ponía de manifiesto su espíritu humanitario.
Los primeros alumnos del Ciclo Básico de la Escuela Media de Dudignac jamás podrán olvidar cuando el Padre Miguel levantaba su sotana para acompañarlos en los recreos a juar a la pelota y en incontables ocasiones también les brindaba la ayuda material que algunos necesitaban.
Albergó en su casa a jóvenes estudiantes con necesidades económicas bindándoles hospedaje, comida y supliendo a sus familias en las buenas y en las malas.
Donó al establecimiento su piano y su valiosa biblioteca a la que posteriormente se denominó «Biblioteca Padre Miguel».
UN RECUERDO
En ocasión de una entrevista mantenida con EL 9 DE JULIO, en junio del 2011, Horacio, uno de esos jóvenes que fue operado por el padre Miguel para que pudiera cursar sus estudios secundarios, lo recordaba con especial estima.
Cuando se encontraba cursando tercer año, su padre atravesaba una difícil situación económica, ya que había quedado sin trabajo. Por esta razón, la familia no disponía de dinero para costear los pasajes en ómnibus hasta Dudignac y, en consecuencia, durante más de dos semanas Horacio no pudo concurrir a clases.
“Habían pasado –rememoraba- cerca de veinte días, en los cuales no podía ir al colegio. En ese momento, en la Escuela de Dudignac, teníamos como preceptor al padre Miguel Della Penna, cura párroco de esa localidad, de 12 de Octubre y de Morea. En cierta oportunidad se aparece el padre Miguel en el campo, para hablar con mis padres y preguntarles por qué estaba faltando a las clases. Enterado de que se trataba de problemas económicos, él generosamente le propuso a mis padres que vaya a vivir a su casa, al lado de la parroquia”.
En ese tiempo, provenientes de Morea había aproximadamente cuatro jóvenes a quienes, el padre Miguel, les permitía vivir en su casa, con la finalidad de que cursen los estudios secundarios. Tal como lo refería Delgado, “el padre Miguel estaba muy arraigado en el corazón de las familias de Dudignac, Morea y 12 de Octubre».
«El los veía nacer, los bautizaba, les daba la Primera Comunión, los confirmaba y, con el tiempo, también los casaba”, comenta.
“Yo –agregaba Horacio- le oficiaba de monaguillo, lo ayudaba con la limpieza, en el fondo de la casa hacíamos una huerta y, a la noche, después de cenar una comida liviana jugábamos un partido al chinchón”.
En este mismo sentido, Delgado recordaba una simpática anécdota: “En una ocasión estábamos jugando al chinchón y veía que el padre Miguel me hacía trampa. Aún cuando lo veía, cambiaba las cartas, algunas hasta se caían al piso. En ese momento yo era una persona sumamente tímida, pero me animé y le dije: ‘Padre, ¿qué son todas esas cartas?, usted me estaba haciendo trampa’. Entonces, él se largó a reír y me respondió: ‘Hijo, ésas son las cosas que en la vida no hay que hacer’”.
PALABRAS FINALES: EL PERFIL DE UN APOSTOL
El sacerdote, como anunciador de la Buena Nueva, ha de ser el hombre que ha encontrado en Cristo la verdadera esperanza, y se anima a dispensarlo para generar un mundo basado en la solidaridad y el compromiso con los más débiles. El ministerio apostólico al que Dios ha llamado al sacerdote es un servicio de amor a Cristo y a los hermanos por Cristo. Y eso lo supo comprender el padre Miguel, viviendo un amor a Cristo en sus hermanos, los fieles de su comunidad.
La espiritualidad misionera y apostólica del padre Miguel estaba unida al seguimiento evangélico. Las virtudes del buen pastor, la humildad, la obediencia, la castidad y la pobrez, signo y estímulo de la caridad pastoral, fueron las perlas más reluciente de la corona espiritual con que Dios premió a este sacerdote.
Amigo de su pueblo, consejero sabio y prudente, estuvo cerca del pobre y del desvalido, fue un confesor inspirado y auténtico hombre de Dios; por ello, aún hoy, cuando han transcurrido ya muchos años de su fallecimiento, la comunidad de Dudignac no solamente lo recuerda con el nombre de una de sus calles, sino también su recuerdo se mantiene vivo el corazón de los vecinos que lo conocieron y quisieron.
FUENTES
– Archivo de la Iglesia Catedral de 9 de Julio, Libro de Autos de Visitas Pastorales.
– Historia de Morea, recopilación de Gloria Tapia.
– «El Pueblo», periódico semanal ilustrado, año II, nº 67, Dudignac, abril de 1947.
– «Anuario Eclesiástico de la República Argentina», Buenos Aires, Instituto Bibliotecológico del Arzobispado de Buenos Aires, 1961.