Por Héctor José Iaconis.
En la esquina de la avenida Vedia y La Rioja, hasta mayo de 1988, funcionó la Tienda “La Americana”. Hoy, queremos evocar las grandes vidrieras que poseyó esta casa; cuya magnitud no solamente se debía a su extensión lineal sino también a la excelencia con que se confeccionaban. En otras ocasiones nos referimos a la historia de “La Americana” (1), comercio que marcó una interesante trayectoria comercial, perteneciendo a varias firmas hasta la constitución de la sociedad “Carlos Pinciroli y Cía.”, integrada por Carlos Pinciroli, Gilberto Bettoli, Hugo Basigalupo, Benito Arnedo, F. A. Rodriguez y Ricardo Galettiere .
Sus escaparates, el espacio de la tienda que queremos recordar hoy, se caracterizaron durante años por la permanencia de un estilo que escapaba a las tendencias de las demás grandes tiendas de su tiempo. Si bien otras también contaban con casi cincuenta metros lineales de vidrieras, las exhibiciones de “La Americana” aportaban siempre una cuota especial, sea por su variedad, por su diseño o por cuidado que se ponía en salvar todos los detalles de su armado.
Ricardo Galettiere fue su vidrierista por espacio de varias décadas y acometió la tarea con gran dedicación.
El advenimiento de las estaciones del año y, con ellas, las temporadas y las nuevas colecciones, estimulaban el armado de las vidrieras. Por ejemplo, la llegada de la primavera era recibida con la belleza de los escaparates, repletos de colores, flores, combinaciones de tonos y atributos multiformes.
Las damas aguardaban las presentaciones de las líneas de cosméticos de Helena Rubinstein y las sesiones en vivo, con la delicadeza y esmero de la maquilladora Nora Gargano.
Las monumentales vidrieras de “La Americana” eran, desde luego, el reflejo de aquello que existía puertas adentro: las diferentes secciones, atendidas por alrededor de treinta empleados que se repartían en la tienda propiamente dicha, la sedería, sastrería, botonería y zapatería, entre otras. Ingresar a la “La Americana” constituía, sin dudas, una hermosa experiencia que solamente pueden dimensionar quienes vivieron ese hermoso tiempo: el aroma del lugar, que era único; la calidez de la atención del personal y esa curiosa posibilidad –hoy tan poco frecuente- de tener la certeza de que podía hallarse en su stock todo lo que se necesitaba. Época feliz en que, los vecinos, caminaban por las veredas del centro, en las tardes de domingo, mirando las vidrieras, deleitando la vista con las novedades que, quizá, no podían verse en otro lado.
Sin dudas, las vidrieras de “La Americana” viven en el recuerdo de muchos.
NOTA
(1) Cfr. “Tienda «La Americana». Un legendario comercio nuevejuliense”, publicado en Diario EL 9 DE JULIO del 5 de agosto de 2017. Disponible en https://www.diarioel9dejulio.com.ar/noticia/81643
Fotos: Gentileza Familia Pinciroli.