Por Héctor José Iaconis.
Hace pocos días atrás, en la ciudad de Buenos Aires, donde actualmente reside, Mirta Alfaro de Bustamante, una estimada nuevejuliense, quien durante muchos años se desempeñó como enfermera en el Hospital Zonal de Agudos de esta ciudad, me permitió conocer un pequeño objeto que refiere a una larga historia. Se trata de una campanilla, con detalles decorativos cincelados a mano, que había pertenecido a la antigua Zapatería “La Porteña” de Luis T. Paladino.
En efecto, se trata de la campanita que pendía sobre la puerta de acceso al negocio, ubicado primero en la calle Santa Fe entre San Luis y Tucumán y, más tarde, en Independencia (hoy Hipólito Yrigoyen) y Bartolomé Mitre. Cuando resultaban insospechados algunos dispositivos modernos, tales como el timbre eléctrico con inductor por rozamiento que sonaba al abrirse la puerta o los aún más vigentes dispositivos inalámbricos con sensor electrónico, la campanita anunciaba al mínimo movimiento el ingreso de un cliente.
Mirta, quien la preservó por más de cuatro décadas, la halló olvidada en una caja, junto a otras piezas condenadas a desaparecer, cuando se vendían los últimos objetos dejados tras el cierre definitivo de la legendaria zapatería.
UN COMERCIO, UNA HISTORIA
Luis T. Paladino había abierto la Zapatería “La Porteña” en 1903, en un espacioso local de la calle Santa Fe, donde instaló el salón de ventas y el taller de calzados. Poco después la mudó a la esquina de Bartolomé Mitre e Hipólito Yrigoyen, donde perduró por años, convirtiéndose en un establecimiento emblemático de la ciudad. ¿Quién, acaso, no conoció en su tiempo la zapatería de Paladino?
Fue, desde luego, un comercio próspero, tanto así que, en la década de 1920, Luis Paladino abrió también una sucursal de su zapatería en Carlos Casares.
LA PUBLICIDAD, UNA CLAVE
Se caracterizó por ser uno de los comerciantes que comprendió tempranamente el valor de la publicidad en la prensa como una inversión, un recurso de marketing. En cuanto periódico circulaba en 9 de Julio allí anunciaba Paladino y, en los suplementos especiales que se editaban en las fechas patrias, no dudaba en solicitar su lugar en las páginas. Sus avisos publicitarios brindaban ofertas y descuentos especiales sobre el nutrido stock de sus productos.
De la variedad de calzado daba cuenta una nota publicada por el periódico “El Gráfico” en 1929, donde se subrayaba que, “desde el rústico botín para trabajadores hasta el más fino y regio zapato para caballeros, señoras, señoritas y niños”, podían hallarse en la Zapatería “La Porteña”.
«VIEJO 9 DE JULIO, CIUDAD DE ANTAÑO, ADIOS»
En estos días, merced a la generosidad de Mirta, la antigua cam-panita retornó a 9 de Julio. Pequeño testimonio material de una hermosa historia que habita en el recuerdo y en la memoria de muchos nuevejulien-ses que aún evocan la antigua zapatería.
Vestigio de una época añorada que se fue, un pasado cada vez más lejano, perdido para siempre. Aunque ha dejado de sonar hace muchos años, su melodía apagada parece despedir ese ayer con nostalgia: – “Viejo 9 de Julio, ciudad de antaño, adiós”.