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Un naturalista británico en 9 de Julio. Las notas de John Graham Kerr, en 1889

Por Héctor José Iaconis

En 1889, el naturalista inglés John Graham Kerr (1869-1957) arribó a la Argentina con el cometido de participar de la famosa Expedición al Río Pilcomayo que lideró el capitán John Page entre marzo de 1890 y marzo del año siguiente. Antes de emprender aquella travesía, derrotero que le permitirá recoger una información muy relevante para sus estudios posteriores, el científico visitó la Estancia “Mate Grande”, en el Partido de 9 de Julio y, de manera accidental, el pueblo homónimo.

Se vinculó con sus compatriotas británicos, familias que se hallaban establecidas en esas tierras desde el avance de la Frontera.

Sir John Graham Kerr. Fotografía de T. & R. Annan & Sons Ltd. (Creative Commons license).

De manera exhaustiva, durante su estadía en el Partido de 9 de Julio, Kerr, recogió sus impresiones, a modo de Diario, y las remitió en sustanciosas notas a la British Ornithologists’ Union. Esa prestigiosa institución londinense dedicada al estudio de la ornitología,  seleccionó buena parte del informe  de Graham Kerr y lo publicó en su revista, Ibis, en 1890.

Si bien se trata de un informe con sustratos académicos, Kerr, también se ocupa de plasmar sus observaciones acerca de las peculiaridades de la sociedad que conformaba, entonces, 9 de Julio. No escapó a la aguda mirada del avezado observador los rasgos de la población y el aspecto del promisorio del pueblo.

Desde luego, el aporte más notable de Kerr, en sus notas, es la caracterización, clasificación e identificación que realiza, en su informe, de la fauna que encuentra en el lugar; poniéndose énfasis en la descripción de las aves.

Aquí nos ocuparemos de presentar las notas de Kerr, referidas a su estancia en el Partido de 9 de Julio, publicadas en 1890, teniendo a la vista  las recogidas en su libro A Naturalist in the Gran Chaco, publicado en 1950. No se trata, empero, de un estudio definitivo sino, más bien, una aproximación a esta temática.

  1. UN NATURALISTA RUMBO AL PILCOMAYO

Edward Hindle en una semblanza publicada con ocasión de su fallecimiento, recuerda que John Graham Kerr, contaba apenas diecinueve años cuando,  en una tarde de febrero de 1889, mientras regresaba de sus clases, en un número de la revista Nature, leyó un anuncio publicado por Philip Lutley Sclater, secretario de la Sociedad Zoológica de Londres. En el mismo, se daba cuenta acerca de la expedición que realizaría el capitán Juan Page, “para el estudio del Pilcomayo, desde el Paraná hasta las fronteras con Bolivia”[1], quien se disponía a brindar un lugar en su tripulación,  a un naturalista, quien, según Sclater, “tendría la oportunidad de investigar la fauna y la flora casi desconocidas del Gran Chaco”[2]

En esos días, Page, se encontraba en Londres y había manifestado ante la  Royal Geographical Society su interés de contar con un naturalista en la expedición que comenzaría en Buenos Aires, a partir de junio del mismo año.

La lectura de ese artículo, en palabras del propio Kerr, determinaría su futuro y su vocación. A partir de entonces interrumpió sus estudios en Medicina, que cursaba en la Universidad de Edimburgo, para unirse a la expedición de Page.

Tal como lo afirma Hindle, “durante la expedición se dedicó al estudio de la historia natural en general y, especialmente, a la ornitología”, fruto de ese delicado trabajo se recolectaron nuevas especie; pero, desafortunadamente, como resultado de una situación imprevista, la mayoría de sus colecciones se perdieron[3].

Kerr se puso inmediatamente en contacto con Philip Sclater, haciéndole saber su interés en formar parte de la expedición. Es probable que Sclater haya recibido a Kerr en febrero de ese año, pues se conserva una nota del primero manifestándose que lo consideraba calificado para el puesto y que deseaba entrevistarlo cuando antes fuera posible, pues había otro candidato[4].

Kerr, finalmente, fue elegido para acompañar al capitán Page en su expedición al Pilcomayo[5] y, con ese objetivo, el joven naturalista se embarcó con rumbo a Buenos Aires, el 2 de junio del mismo año[6].

Resulta pertinente, antes de proseguir el relato, referir algunas noticias biográficas sobre Sir John Graham Kerr, un zoólogo y embriólogo inglés,  pionero en los procedimientos del camuflaje naval. Nacido en Arkley, en el condado de Hertfordshire, en la región Este de Inglaterra,  el 18 de septiembre de 1869, siendo niño quedó huérfano de madre y fue su padre, un reconocido educador, quien contribuyó a su formación con una decisiva influencia.

A edad temprana tuvo especial interés por la historia natural y la evolución. Bajo la supervisión de su padre estudió latín y matemáticas y fue alentado en  la lectura de libros de viajes.

Su educación comenzó en la escuela parroquial de Dalkeith, Midlothian, para luego pasar al Collegiate School de  Edimburgo y por la Royal High School. Matriculado, más tarde, en la Universidad de Edimburgo, estudió geología, botánica y zoología y, finalmente, se inclinó por la carrera de Medicina.

Luego de la expedición al Pilcomayo,  se matriculó en el Christ’s College de Cambridge, donde se graduó en Ciencias Naturales en 1896.

Volvería a emprender otra expedición al Gran Chaco, obteniendo en esta ocasión interesantes muestras sobre el “Lepidosiren paradoxa”,  la única especie de peces pulmonados que habita en Sudamérica.

Como catedrático se destacó en el Christ’s College de Cambridge y, desde 1902 hasta 1935, como profesor titular de Zoología en la Universidad de Glasgow. En 1965 le fue impuesto su nombre a la Cátedra de Zoología de esa Casa de altos estudios y, uno de los edificios universitarios, desde 1990, ostenta su nombre.

Tuvo un gravitante desempeño en la Royal Society of Edinburgh, a la cual se incorporó hacia 1903. Entre 1906 y 1909 presidió la  Royal Physical Society of Edinburgh.

En el contexto de la Primera Guerra Mundial, Kerr, realizó  contribuciones tempranas sobre el camuflaje naval.  Por otra parte, efectuó estudios de postgrado en las universidades de Edimburgo y  St Andrews.

Ocupó un escaño en el Parlamento y, en 1939, se le otorgó el título de Caballero.

Falleció en Barley House en Royston, Hertfordshire, el  21 de abril de 1957.

Entre sus obras más importantes, pueden citarse A Textbook of Embryology with the Exception of Mammalia (1914-1919), Zoology for Medical Students (1921) y Evolution (1926)[7].

  1. LAS NOTAS DE J. GRAHAM KERR

En 1950, la Universidad de Cambridge, publicó A Naturalist in the Gran Chaco, un libro conformado por diez capítulos, en dos partes. Los primeros ochos capítulos, de la primera parte, se refiere a la expedición realizada con el capitán Page, entre 1890 y 1891; mientras que los restantes, que se agrupan en la segunda, se ocupan de la Lepidosiren Expedition, que realizó entre 1896 y 1897.

Esta obra es, desde luego, un aporte de innegable valor para comprender la dimensión científica de ambas exploraciones. Al mismo tiempo, Kerr, ubica al lector en el ambiente preliminar, en los prolegómenos que debió afrontar desde su decisión de emprender aquellos derroteros.

Por ello, en el capítulo II, describe su experiencia en “La Pampa” y su estancia en el Partido de 9 de Julio, en el otoño de 1889, antes de zarpar con Page en la travesía por el Pilcomayo.

Sin embargo, una descripción más pormenorizada de su visita a 9 de Julio y a la Estancia “Mate Grande”, entonces ubicada en el mismo distrito, se ha conservado a partir de las cartas que, el naturalista, remitió desde Argentina a Inglaterra, en esos días.

Desde la Estancia “Mate Grande”, envió varias cuartillas al botánico Isaac Bayley Balfour (1853-1922). Este, al mismo tiempo, puso los textos en manos de John Alexander Harvie-Brown (1844-1916), ornitólogo y naturalista escocés, quien los entregó para su publicación al editor de la Revista Ibis, el zoólogo Philip Lutley Sclater, el mismo que le había recomendado para emprender la Expedición Page.

Ibis eran entonces, y lo es en la actualidad, una prestigiosa revista académica, dedicada a la ornitología. Editada desde su creación, en 1859, por la British Ornithologists’ Union, de frecuencia trimestral, es considerada una publicación de ineludible consulta para esa especialidad.

Mientras duró la expedición, Kerr, envió frecuentemente sus impresiones, comentarios e informes y, una selección de los textos, apareció en Ibis. Precisamente, de las primeras de estas noticias dependemos para conocer aspectos de su visita al pueblo de 9 de Julio y su posterior estadía en la Estancia “Mate Grande”, a instancias de dos miembros de la temprana colectividad británica local, quienes le sirvieron de anfitriones: Benjamín Carbonell [sic][8], amigo del capitán Page y propietario de la estancia y Patricio Kavanagh [sic][9].

Ibis publicó las notas de Kerr, concernientes a su estancia en el Partido de 9 de Julio  en su edición de julio de 1890.

  1. EN 9 DE JULIO

En julio de 1889, John Graham Kerr, se encontraba en Buenos Aires. Había arribado al puerto a finales del mes anterior y, en agosto, recibía la invitación para hospedarse en la Estancia “Mate Grande”, ubicada en el Partido de 9 de Julio.

Por entonces, la línea del Ferrocarril del Oeste finalizaba en 9 de Julio. Por este medio decidió emprender el viaje el joven inglés, el 6 de agosto, en el servicio de las 7:15 horas que partía desde la Estación “Once de Septiembre”.

Según Keer, los vagones largos del tren, le parecían “fríos y cargados”.

De su travesía en el Ferrocarril del Oeste, Kerr apuntó las características del paisaje que pasaba delante de sus ojos. La preponderancia del ombú, los cultivos en la primera parte del recorrido que, en suelo más agreste, se tornaba “salvaje” entrada  la pampa.

Hacia el final de nuestro viaje, el carácter del país cambió; se volvió más salvaje. La superficie se volvió ondulada, los ombúes  desaparecieron y nos encontramos entre los grandes pastos nativos de la Pampa[10].

Alrededor de las 13 horas el tren había llegado a destino. En la estación ferroviaria, el viajero, tomó un coche de plaza que lo condujo hasta un hotel o, más bien, tal fue su apreciación, “a una posada”.

Es dable conjeturar, por las características reflejadas por el autor, que el lugar de hospedaje pudo haber sido el Hotel “Cruz de Malta”, propiedad de Ernesto Poggi, ubicado en la esquina de Boulevard Montevideo e Independencia (hoy, avenida Bartolomé Mitre e Hipólito Yrigoyen. Aunque había pasado el mediodía, no bien traspuso la puerta del local, se dispuso a ingerir “el desayuno”. Al respecto, le resultaba extraño el estilo de la alimentación del país y le resultaba dificultoso distinguir la frugalidad del desayuno lugareño (una taza de café con leche acompañado con pan y manteca). Lo confundía con el almuerzo que, desde luego, se servía a mediodía.

Por ello, cuando llegó al hotel, entendió que iba a tomar un desayuno en lugar del almuerzo.

El establecimiento pertenecía a un italiano y, por lo tanto, la cocina tenía el estilo peculiar afectado por ese país. Se caracterizó por una sorprendente superfluidad de ajo y aceite, y fue, para el gusto británico, excesivamente desagradable. La sopa en este lugar consistía en agua tibia, en la que flotaban los restos de pan de las comidas del día anterior. Luego, continuó una especie de pescado salado, tan duro como un trozo de madera, que flotaba en un océano de aceite rojo. Finalmente, probé un plato llamado “biftek” a la carta, pero que aparentemente eran piezas de cuero estofado. Para entonces, todos mis síntomas de hambre habían desaparecido y salí a recorrer el pueblo[11].

Kerr describe el pueblo como, “un lugar pequeño de un par de miles de habitantes”. Como todos los pueblos hispanoamericanos, 9 de Julio, consistía en una plaza central, dispuesta con césped y arbustos, y una serie de calles que formaban ángulos rectos entre sí.

Los habitantes le parecieron  “bastante decentes”, y le impresionaron favorablemente “la gran cortesía y la gratitud de las clases más humildes”.

Todo el mundo va armado con un revólver y, si es nativo, también con un cuchillo grande. Sospecho que este hábito tiene que ver con la cortesía general. Ante cualquier falta, el castigo consiste en una dosis de plomo o acero[12].

Si bien, en la población, no encontró anglohablantes, se comunicó con los vecinos por medio de un castellano un tanto rudimentario. Cuando no le comprendían, recurría al francés pues, según decía,  “encontraba gente que hablaba francés dondequiera que iba”.

John Graham Kerr permaneció en 9 de Julio dos días, mientras aguardaba el arribo de su equipaje, sobre el cual había dejado en Buenos Aires instrucciones para su envío. Luego de una infructuosa espera, decidió abandonar el pueblo y emprender el viaje hacia la Estancia “Mate Grande” donde le aguardaban.

 

  1. EN LA ESTANCIA “MATE GRANDE”

La Estancia “Mate Grande” debió ser frecuentada por británicos, a veces de manera transitoria, arribados desde su patria por diferentes circunstancias. Tal es el caso de los misioneros cristianos protestantes que se instalaron allí hacia 1881. Existe un relato de   Harry Smith, predicador del instituto fundado Henry Grattan Guinness, que describe la vida poco apacible que debió afrontar en ese establecimiento: “To maintain a Christian life out here is no easy task. I am appalled at the fearful amount of open sin all over the camp. Cheating, lying, and rob- bing are quite the order of the day; nor are cases of stabbing, or even murder, few or far between”[13].

A Graham Kerr le resultó atractivo el recorrido, desde el pueblo, hasta la estancia. El camino parecía una mera línea abierta a través de la pampa. Un terreno firme, que no estaba lo suficientemente seco como para ser polvoriento. Mientras avanzaba al galope el carruaje que lo conducía, advertía las diferentes características del suelo: los tramos de césped verde, el terreno pantanoso y las lagunas.

De hecho, no tardó en ver “el primer atisbo de la fauna argentina”, ejemplares con los que había tenido un encuentro previo a través de variadas lecturas.

Al estar cerca del fin del invierno, las hierbas altas de las pampas eran de color marrón y se habían marchitado. Aquí se puede ver un tramo de césped hermoso, muy corto, generalmente en la ladera que domina una laguna, y en él un grupo de grandes madrigueras que se parecen a las del conejo, pero el doble de grande. Enseguida las reconocí, pertenecían a  vizcachas, y sus dueños de cuatro patas no eran visibles[14].

Vio, en la entrada de sus nidos, parejas de búhos,  “sentados muy juntos, inmóviles como estatuas, excepto por la lenta rotación de sus cabezas, vigilándonos a medida que avanzábamos a toda velocidad”.

Al borde de una laguna reconoció “una bandada de ibises de color oscuro”, que sondeaban el barro con sus esbelto pico curvado y, esa escena, le trajo el recuerdo de los “monumentos egipcios en los cuales, el ave sagrada, aparece tan prominentemente”. En el otro lado de la laguna, posaba “un grupo de flamencos altos, de un hermoso color rosado, inmóvil en una pierna, y con sus largos cuellos enrollados en sus hombros”[15].

Otras aves que descubrió en su viaje, quedando “sorprendido enormemente de la maravillosa riqueza de la vida de las aves”, en comparación con lo que estaba acostumbrado ver en el Reino Unido.

A mediodía arribó, por fin, a “Mate Grande, donde le esperaba una apetitosa comida.

La casa de la estancia es una construcción similar a una casa de campo, edificada en la cima de una elevación redondeada. Está rodeada por una gruesa plantación para romper la fuerza de los vientos fríos del invierno. Las casas por aquí son en su mayoría “ranchos”, construidos con una estructura de troncos, con paredes de barro y paja. El piso es de tierra y el techo de paja con grandes juncos. Esta casa-estancia, sin embargo, se jacta de tener un piso de madera y un techo de hierro galvanizado[16].

 

De acuerdo con su descripción, el casco de la estancia estaba compuesto por tres  salones, un gran comedor y un pequeño dormitorio en cada extremo. La cocina, la oficina y el alojamiento para los sirvientes estaban en recintos separados.

Alrededor de la casa, había un monte de álamos,  sauces, acacias y aromos, entre otros. Afuera, se habría el campo, cubierto de hierba. Debido a la proliferación de lluvias y a la humedad del suelo,  las partes bajas del campo estaban ocupadas por lagunas poco profundas.

Siguiendo el cometido inicial, que lo había llevado al lugar, recorrió la estancia en frecuentes caminatas identificando las diferentes especies de aves que iba detectando. Así pudo identificarlas, describirlas con detalle técnico, aunque sin perder un estilo despejado y claro en la redacción de sus notas.

Desfilan, conformando un magnífico friso, las referencias sobre el junquero, la cigüeña, los patos en todas sus variantes, el cisne, los gansos, los grebes y otras aves avistadas en torno a las lagunas.

En otro grupo ubica a las aves de superficie, aquellas que se alimentan de la carroña, tales como el chimango Milvago y el carancho. De los búhos, notaba particularmente la presencia del tipo más pequeño, llamado “de las praderas”, habitando en casi todas las vizcacheras.

No escaparon a su observación otras, el  Anthus correndera, el Cistothorus platensis, comunes en el campo abierto; el Pseudoleistes virescens, que se asemeja a un mirlo con un pecho amarillo; el Leistes superciliaris, como un estornino, con gorgojo y pecho de escarlata brillante; el Agelceus thilius, un ave más pequeña de color negro, con una mancha amarilla brillante en cada hombro; el Molothrus bonariensis, el gorrión, el cardenal; el Paroaria cucullata; el Chrysomitris icterica, de tintes de color amarillo brillante con una cabeza de color negro carbón. Todos encuentran su lugar en la meticulosa relación del naturalista.

Sólo en la Estancia “Mate Grande” obtuvo ejemplos de setenta y nueve especies[17].

Al referirse a  los mamíferos, describió  entre los edentados, dos tipos de armadillo: el peludo (Dasypus villosus) y la mulita (Praopus hybridus).

De estas dos especies, el peludo es el más grande, y está cubierto de pelo largo y grueso, mientras que la mulita tiene un pelaje liso, excepto en el vientre. Ambos son usados por los nativos como comestible, y la mulita es considerada una gran delicadeza. En sus hábitos ambos son iguales, enterrándose en el suelo para buscar alimento.

De los roedores, halló tres especies: la vizcacha (Lagostomus trichodactylus), la nutria (Myopotamus coypus) y la conejo (Cavia leucopyga).

De estas, la vizcacha es, con mucho, la más conspicua y más numerosa.  Sus madrigueras son similares a las del conejo, pero varias veces más grandes. Se reúnen en colonias llamadas “vizcacheras” y, alrededor de éstas, hay generalmente una extensión de césped bellamente recortado. En la vizcachera crece con frecuencia una hierba extremadamente dura y afilada, llamada por los nativos “paja brava”.

Esta hierba crece ocasionalmente separada de las vizcacheras, pero mucho más frecuentemente denota la posición de aquellas. La vizcacha es un roedor grande, aproximadamente tres veces el tamaño de un conejo. Tiene una cola rígida de aproximadamente seis pulgadas de largo[18].

Para Kerr, “las vizcachas son muy atrevidas e inquisitivas; si uno se les acerca cuando recogen el césped frente a sus madrigueras, hacia el atardecer, se retiran cerca de la boca de sus cuevas, y se sientan en cuclillas, siguiendo la forma de los canguros, observando al intruso y dando rienda suelta a varios sonidos groseros de indignación”.

Una o dos noches después de mi llegada, caminaba sobre el césped en medio de la oscuridad cuando, de repente, metí mi pie en un agujero. De inmediato se escuchó un coro de los más extraños gemidos y silbidos procedentes del suelo. Nunca había oído hablar de los poderes vocales de las vizcachas, y me sentí bastante sorprendido. Creo que son los machos, principalmente, los que dan rienda suelta a estos sonidos.

Para un lector londinense de finales del siglo XIX, debieron resultar curiosas las descripciones que, J. Graham Keer, hace de algunos ejemplares hoy sobradamente conocidos no solamente por los habitantes de la pampa húmeda. Es el caso de las descripciones realizadas en torno a la nutria y  el conejo.

Entre otros mamíferos encontrados en sus recorridas, cita al puma (Fells concolor) y el gato montés (Felis geoffroyi o Leopardus geoffroyi); así como también al zorrino  (Mephitis patagonica), el grison o  “hurón” (Galictis vittata) y el zorro (Canis azarae), “que se asemeja en tamaño y apariencia al europeo, pero con un hermoso pelaje gris plateado”.

Como resultado de su exploración en la estancia de Carbonell, registró catorce especies.

En la carta que comenzó a escribir en “Mate Grande” se lamentaba de no contar con bibliografía sobre botánica, para detenerse un poco más en la descripción de la flora del lugar. Sin embargo, debió salvar esa carencia y hacerse de algún estudio especializado, pues, dos días después de su regreso a Buenos Aires, el 16 de noviembre de 1889, escribió:

Cuando llegué a “Mate Grande” (15 de agosto) era prácticamente mediados del invierno, todo estaba seco, y las únicas plantas en flor en el campo era un hermoso y pequeño oxalis amarillo, que cubría el césped casi como los ranúnculos de casa, y esa intrusa, la Stellaria media. Este último crece más exuberante que en Inglaterra, pero por lo demás, parece que no hubiera cambiado. Este estado de vegetación continuó hasta casi mediados de octubre, momento en el cual tuvimos dos o tres fuertes tormentas eléctricas.

Esto, junto con un clima cálido, dio un impulso extraordinario y la vegetación brotó y creció como por arte de magia. Las primeras flores notables que florecieron en la primavera fueron dos verbenas, una pelargonium escarlata y otra de color lila. El césped, salpicado de estos y el pequeño oxalis amarillo, compitió en apariencia con los prados ingleses en la primavera. Además, pronto aparecieron otras dos especies del mismo género, una con una hermosa flor rosa y otra blanca pura. Las vizcacheras parecían estar caracterizadas por su crecimiento de plantas venenosas y desagradables[19]…. Aunque las plantas con flores eran muy numerosas en cuanto a ejemplares individuales, en tanto a especies eran muy pocas. Parecía haber una gran ausencia de plantas raras. De todo lo que había para ver, había  una abundancia. De los helechos ordinarios no encontré ninguno, pero eran frecuentes una especie de Marsilia y una Azolla.

  1. CONSIDERACIONES FINALES

John Graham Kerr interrumpió sus cartas un breve tiempo, para embarcarse en el buque Bolivia, para emprender la exploración del Río Pilcomayo junto al capitán Page. Las noticias que envió luego refieren exclusivamente[20] a esta travesía y, en consecuencia, escapan a nuestro estudio.

Sus registros en “Mate Grande”, Partido de 9 de Julio, dieron un fruto favorable y sus aportes aparecen citados en otras publicaciones científicas de la época[21] y en otras de aparición posterior[22].

Son escasos los relatos de viajeros que existen, contextualizados en las décadas del siglo XIX, vinculados con el pueblo de 9 de Julio y el Partido Homónimo. Por ello, las notas de Graham Kerr nos brindan, aunque no de manera profusa, una visión temprana sobre las características de la comunidad.

Para quienes desean conocer aspectos de la fauna y de la flora característica de la región, el aporte del naturalista inglés es todavía más interesante.

NOTAS

[1] La noticia se encuentra publicada, en febrero de 1889, bajo el título “Opportunity for a Naturalist” (Nature. A weekly Illustrated Journal of Science, vol. 39, London, Macmillan and Co. 1889, pág. 341). La transcribe John Graham Kerr, A Naturalist in the Gran Chaco, Cambridge, The University Press, 1950, pág. 1.

[2] Ibidem.

[3] Cfr. Edward Hindle, “John Graham Kerr. 1869-1957”, en Biographical Memoirs of Fellows of the Royal Society, vol. 4, 1 de noviembre de 1958, pág. 155s, disponible en

https://royalsocietypublishing.org/doi/10.1098/rsbm.1958.0014.

[4] Carta  de Philip Sclater a John Graham Kerr,  14 de febrero de 1889, en University of Glasgow Archive Services, Escocia, Papers of Sir John Graham Kerr, 1869-1957, serie Letters relating to appointments, GB 248 DC 006/1001.

[5] No ahondaremos aquí, por exceder a la temática que hemos escogido, acerca la expedición del capitán Page al Pilcomayo. Sobre el tema véanse Luis F. Furlan, “La Expedición Page en el Río Pilcomayo (1890-1891)”, en Boletín del Centro Naval, nº 811, Buenos Aires, mayo-agosto de 2005, en págs. 183-197. También, Teodoro Caillet-Bois, “La obra exploradora de los Page. Cuatro generaciones de marinos”, en Boletín del Centro Naval, nº 487, Buenos Aires, marzo-abril de 1931, pág. 790ss.

[6] Hindle, loc. cit., pág.156.

[7] Hindle, loc. cit. También en Edward Hindle (Ed. He.), “Kerr, Sir John Graham”, en Encyclopedia Britannica, Chicago, William Brenton Publisher, 1971, vol. 13, pág. 316.

[8] No hemos hallado noticias acerca de Benjamín Carbonell. Es probable que Kerr confunda el nombre y se trate, en realidad, de Sir Leycester Patrick Carbonell, casado con la hija menor de Matthew Kavanagh, cuya familia por esos años habitaba la aludida estancia [Cfr. Frederick Artur Crisp (ed.), Visitation of England and Wales, s.d., 1914, vol. 14, pág. 156] .

[9] Kerr, op. cit., pág. 4. Cabe indicar que la Estancia “Mate Grande” fue poblada primero por Matthew Kavanagh, quien había fallecido allí en 1886 [Eduardo A. Coghlan, Los irlandeses en la Argentina. Su actuación y descendencia, Buenos Aires, 1987, pág. 512].

[10] “Extracts from Letters of Mr. J. Graham Kerr, Naturalist to the Pilcomayo Expedition”, Estancia Mate Grande, noviembre de 1889, en Ibis, British Ornithologist’s Union, Londres, Gurney and Jackson, vol. II, nº 7, julio de 1890, pág. 353.

[11] Ibidem, pág. 354.

[12] Ibidem.

[13] The Christian Herald and signs of our times, año XV, nº 8, Londres, 24 de febrero de 1881, pág. 125.

[14] “Extracts from Letters from Mr. J. Graham Kerr…”, loc. cit, pág. 355.

[15] Ibidem, pág. 355s.

[16] Ibidem, pág. 356.

[17] Ibidem, pág. 364.

[18] Ibidem, pág. 362.

[19] Ibidem, pág. 365.

[20] Hay algunas alusiones a “Mate Grande” en “Letters from Mr. J. Graham Kerr, Naturalist to the Pilcomayo Expedition”,  texto datado a bordo del “Bolivia”, Río Pilcomayo, 22 de diciembre de 1890, en Ibis, vol. III, nº 10, abril  de 1891, pág. 270s. Hay otra carta, con igual procedencia, fechada el 12 de diciembre, cuyos extractos aparecen en Transactions and proceedings of the  Botanical Society of Edinburgh. Including sessions LV to LVII (1890-91 to 1892-93), Edimburgo, edición institucional, 1893, vol. XIX, pág. 80ss. Véase también J. Graham Kerr, “On the Avifauna of the Lower Pilcomayo”, en Ibis, vol. IV, nº 12, enero de 1892, pág. 120.

[21]  Hay una cita en  la reseña de Anton Reichenow, titulado  “Bericht über die Leistungen in der Naturgeschichte der Vögel während des Jahres 1890”,  en P. Hilgendorp (ed.), Archiv für Naturgeschichte, Berlin, Nicolaische Verlags-Buchhandlung, vol. IL, 1891, pág. 30.

[22] Por ejemplo, sobre el jilguero (Chrysobothris icterica), observado por Kerr en la Estancia “Mate Grande”, ver Charles E. Hellmayr, Catalogue of Birds of the Americas and the adjacent islands in fied Museum of Natural History, Zoological Series, Field Museum of Natural History, vol. XIII, part. XI, Chicago, 31 de diciembre de 1938, pág. 285.

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