Por Héctor José Iaconis.
En estos días, en que las medidas económicas implementadas por el Ejecutivo Nacional, inquietan a las organizaciones que se ocupan de sostener las bibliotecas populares en los diferentes lugares del país, viene a la memoria un hecho que resulta casi inexplicable, al menos a través de las fuentes históricas: el ensañamiento que Nicolás L. Robbio tuvo hacia la primera biblioteca pública que funcionó en el pueblo de 9 de Julio, hasta el punto de diezmarla. Más bien su hostilidad podría leerse como una reacción hacia una institución en cuya fundación habían participado algunos de sus adversarios políticos; no obstante, poco bien hace a la memoria del legendario caudillo autonomista, inferir que un dirigente político pueda actuar por impulsos mezquinos.
Robbio fue la figura política, a nivel local, más gravitante de su tiempo. Lideraba el Partido Autonomista en 9 de Julio, encolumnado originalmente en las filas de Adolfo Alsina y logró posicionarse en el escenario local, con proyección en la región. Su reputación, ensalzada entre sus seguidores, le valió la posibilidad de convertirse en el recurrente y absoluto preboste en el contexto nuevejuliense decimonónico.
Hace exactamente 135 años, el 4 de enero de 1879, el Consejo Escolar de 9 de Julio resolvió dejar las oficinas que ocupaba en la Casa Municipal. Esta determinación era favorable para ese cuerpo, pues el alejamiento del entorno municipal podría darle una mayor autonomía. Sin embargo, los consejeros escolares optaron por desistir de trasladarse, pues en el recinto donde ellos efectuaban las reuniones se hallaban los anaqueles de la biblioteca pública y temían que la autoridad la desinstale.
Desde luego, en el tablero de Robbio había aún varios movimientos posibles para jaquear a la biblioteca y, no tardó, en aplicarlos. Quitar el apoyo financiero fue la estrategia más directa que, sumada a otras acciones, llevaron al irremediable final.
Más allá de los intentos que, impulsados por vecinos respetables de la comunidad, procuraron aletargar el final anunciado, la antipatía de la autoridad municipal hacia la institución no cesó.
La “Biblioteca Popular del 9 de Julio”, la primera en su tipo en esta comunidad, había sido fundada el 19 de julio de 1874, hace poco menos de 150 años. Inicialmente su fondo bibliográfico fue conformado con libros donados por Domingo Faustino Sarmiento. Para 1881, el caudal se había incrementado considerablemente, alcanzando a los novecientos volúmenes y, poco antes de su cierre, el número se habría duplicado.
La biblioteca pública de 9 de Julio cerró sus puertas en 1887. Al principio los libros fueron colocados en cajones y conservados en las instalaciones de la Municipalidad.
El propio Robbio, que había sido reacio a la biblioteca, tal vez con el fin de congraciarse con los electores de un partido vecino, de reciente fundación, dispuso donar para esa comunidad los libros que pertenecían a los ciudadanos de 9 de Julio. De esta manera, no solamente había coadyuvado a cerrar la única biblioteca que funcionaba en este pueblo sino que, también, por decisión suya, libre y voluntariamente, sin mediar consulta alguna, se apropió de los libros y los destinó.
Deberá transcurrir más de una veintena de años, para que 9 de Julio vuelva a contar con una biblioteca abierta al público.