En poco días se cumplirá el 50° aniversario del fallecimiento del poeta y dramaturgo Enrique Catani. Como suele ocurrir, ya desde hace algunos años, desde los organismos oficiales locales se suelen olvidar estas conmemoraciones o, si se las recuerda, no pasan de una simple mención o del planteo de alguna idea económica y chata que no suele concretarse.
Por fortuna, desde hace poco menos de diez años, cada 28 de septiembre se celebra el Día del Escritor Nuevejuliense, conmemorando la fecha de su natalicio.
Ante la posibilidad de que este 21 de enero, el 50° aniversario de su fallecimiento pase inadvertido, reproducimos esta breve semblanza biográfica acerca de Catani que publicamos en 2014.
- Por Héctor José Iaconis.
Enrique Catani fue una de las plumas más puras que dio nuestro suelo. Hoy, de modo sucinto, realizaremos un repaso de su biografía y prolifera obra, a pocos días de cumplirse el centenario de su nacimiento.
Había nacido en 9 de Julio, el 28 de septiembre de 1914, hijo de Enrique Catani y de María Cristina Becee.
Sus primeros estudios los realizó en su ciudad natal. Los primerios, en la Escuela nº 4. Ulteriormente, concurrió al Colegio Cavallari, donde le cupo presidir el Centro Estudiantil y dirigir el Periódico “Estudiantina”.
Más tarde, los prosiguió en Pehuajó. Allí, además, fue presidente de una comisión cultural y fundó la revista “Fuste”.
SU FORMACION. LAS PRIMERAS ARMAS EN LAS LETRAS
Al concluir el Bachillerato, le fue otorgada una medalla de oro, por el Ministerio de Justicia e Instrucción Pública de la Nación. Este honor le era propio, pues sus calificación le constituía como mejor egresado de su promoción.
Para proseguir los cursos universitarios, ingresó a la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, de la Universidad Nacional de La Plata. La Municipalidad de 9 de Julio, con el asentimiento del gobierno provincial le había becado, “por sus condiciones de alumno aventajado”.
Siendo estudiante universitario se vinculó tempranamente con los movimientos y grupos literarios que surgían en la capital provincial. En 1941 aparece como colaborador en el suplemento poético de la revista “Renacimiento”.
En 1942 participó en la edición de la revista «Arbol» (Cuaderno de poesía), un volumen de 32 páginas de poesía inédita, de pulcra tipografía y variado acento en la composición de los trabajos. Ya en el primer número de esa publicación aparece una poesía de su autoría.
Algunos años más tarde, entre diciembre de 1944 y octubre de 1945 también colaboró en “Contrapunto”, otra publicación de arte y literatura, editada en Buenos Aires.
En esos años de juventud también colaboró para algunas revistas publicadas en el interior de la provincia. Tal fue el caso de «Oeste», una revista literaria de Chivilcoy, que comenzó a circular en julio de 1944.
Promediando la década de 1940 publicó en otra revista, impresa con la marca indeleble de los escritores de la «Generación del 40»: “Sed”.
El 17 de junio de 1947, fue graduado profesor de Enseñanza Secundaria, Normal y Especial en Letras, en aquella casa de altos estudios. Más tarde, podrá doctorarse, con una tesis acerca del simbolismo de la “Divina Comedia”, de Dante.
Además, en el Instituto Fontova, egresó como profesor de Violín y profesor de Solfeo y Teoría Musical, hacia 1953.
EXPONENTE DE LA “GENERACION DEL 40”
Enrique Catani formó parte de los escritores de la denominada “Generación del 40”, en la ciudad de La Plata. Esta corriente, por llamarla, fue particularmente fecunda en La Plata y adhirieron a ella, entre otros, Roberto Themis Speroni, Norberto Silvetti Paz, Ana Emilia Lahitte, Gustavo García Saraví, Aurora Venturini, Carlos Albarracín Sarmiento, Alberto y Horacio Ponce de León, María Granata y Horacio Núñez West.
Según Guillermo Pilia, en un artículo titulado “La Plata en su poesía”, publicado en la edición especial del diario “El Día”, explica que “la Generación del 40, coincide con el período que va desde el golpe de Uriburu hasta el advenimiento del peronismo”.
“El clima espiritual –agrega- que vivieron estos poetas fue el emergente de un momento histórico que les negaba o impedía influir sobre los acontecimientos, la intuición -o la certeza- de que la poesía carecía de un fin o representatividad social, la conciencia de que los principios de esa sociedad se desintegraban, el sentimiento de que la vida no tenía sentido. De allí que el ‘combate’ del que hablan estos poetas haya sido el de la poesía, encaminada a buscar lo universal e intemporal del arte, aquello que es superior a lo pasajero y contingente”.
Para Pilia, los exponentes de esta Generación, consideraban que “el poeta tiene una altísima misión en el mundo y su canto una justificación indiscutible: lo permanente, tema y objeto del quehacer poético”.
“El tópico central –prosigue- de esta promoción fue el tiempo: la nostalgia del pasado, de la niñez, de los años que ya no se recuperarán. Ligado al tema del tiempo perdido y de la infancia está el tono elegíaco y la contemplación iluminada de la realidad natural, en calma y armonía”.
Según Pilia, “en el caso de los poetas platenses, lo elegíaco se vio potenciado, con seguridad, por el clima local al que nos referimos hace un momento”.
EL PROFESOR
Enrique Catani ejerció la docencia, dictando importantes cátedra, relacionadas con su disciplina, en establecimientos educativos de relevancia. Fue profesor en los colegios “San Cayetano”, “Sagrado Corazón de Jesús” y “José Manuel Estrada”, todos en la ciudad platense; en el Instituto Superior de Profesorado, de Dolores; en la Escuela de Policía de la Provincia; en la Escuela Superior de Bellas Artes; en el Colegio Nacional y en la Escuela Anexa, dependientes de la Universidad Nacional de La Plata; y en la Facultad de Humanidades, de esta última, entre otros.
Además, en la universidad, formó parte del Consejo Universitario, del Instituto de Formación y Cultura, y del Cuerpo Consultivo de la Delegación Científica. En la facultad, donde antes había obtenido su título académico, fue distinguido con el vice decanato, por voto de sus pares.
Como director de la Escuela Nacional de Bellas Artes de la Universidad de La Plata, concretó una muy intensa labor. Desde la triplicación de la matricula estudiantil; pasando por la creación de varios departamentos académicos, entre ellos el de Cinematografía (cuya orientación y carrera de grado fue eliminada de los planes de estudio durante la última dictadura), el primero en Latinoamérica; hasta la creación de un cuarteto de cuerdas.
EN LA FUNCION PUBLICA UN INTELECTUAL PERONISTA
Como Director General de Cultura de la Nación, realizó una tarea no menos importante. Lo hizo en la década de 1950, logrando la creación de secretaría de Cultura, en el interior del país, con escuelas de Bellas Artes e institutos de investigación adjuntos.
Cabe destacar que, Catani, fue un decidido entusiasta en la formación de instituciones culturales en la provincia de Buenos Aires. Aún antes de asumir la función pública, se dispuso a brindar apoyo o adhesión a las iniciativas tendientes a la fundación de ilusiones y acción cultural. Un claro ejemplo de ello se verificó hacia 1948, en la Pehuajó, donde trabajó para la creación de una agrupación gremial de escritores. En esa ciudad, por la misma época, participó de la formación de la Filial Oeste de la Sociedad de Escritores de la Provincia de Buenos Aires.
Elevó los premios nacionales a las artes y a las ciencias, lo cual fue muy elogiado, en su época. Además, proyectó la fundación de la Escuela Nacional de Cinematografía.
En 1954, Catani fue el último director general de Cultura de la Nación. Para ese entonces, los graduados de la escuela superior tenían su propio sindicato, desde el que fomentaban la actividad artística bajo la perspectiva social y popular del gobierno peronista.
OBRA LITERARIA
La obra intelectual y literaria de Catani, es sin dudas, lo bastante profusa para que exceda los límites de esta crónica.
En 1943, en la editorial de Francisco A. Colombo publicó sus versos en “Core y otros poemas”. Este libro, que se principiaba con los versos 38 y 39 de la “Egloga I” de Virgilio, los había dedicado a los doctores Juan Carlos Aramburu y Luis Álvarez Landa.
A ese sortilegio, siguieron, otros dramas, piezas teatrales, composiciones musicales narraciones de prosa y epopeyas en verso. Merecen especial consideración, “El Héroe”, publicado en 1944; “El Bosque”, drama en tres actos, en 1948; “Poema Histórico de Nueve de Julio”, en 1950; “Una barca nacida en el mar”, “Melodía en el Parque” y “Un tren pasa al Oeste”, en 1957; “El latir de la calle”, en 1961; y “La Ciudad que yo canté”, en 1963.
Colaboró en diversas publicaciones periódicas, exponiendo por escrito, interesantes estudios críticos.
LA SOCIEDAD DE ESCRITORES
El doctor Enrique Catani fue uno de los fundadores de la Sociedad de Escritores de la Provincia de Buenos Aires. En otro momento, hubo presidido la filial platense de la Sociedad Argentina de Escritores.
ASI ESCRIBIA
A continuación publicamos dos sonetos, que dedicó Catani a su ciudad. Pertenecen a su libro, aún inédita en 1970, “A Nueve de Julio”.
El primero, bajo el título de «Hoy»:
Desde la tumba heroica consagrada,
de nuestro General Julio de Vedia,
destrozando la sombra que lo asedia,
desenvaino la aurora de su espada.
Y escribo yo tu nombre. Eternizada,
más allá de la íntima tragedia
de vivir y morir; donde promedia
Dios esta sangre en pueblo derramada.
Pues para celebras tu advenimiento,
el amor es la llama sobre el viento,
inmarcesible, alerta, en el destino.
Espada que hace un siglo te ha creado.
Llama de este poeta enamorado.
Y siempre tú: la rosa del camino.
Otro, titulado, «Mañana»:
Otras mujeres fijarán tu encanto.
Otros hombres vendrán con sus canciones.
Y esta mano vencida, sin gorriones,
no alcanzará ya el día. Mientras tanto,
después de marchitarse nuestro llanto,
la golondrina irá por tus balcones;
festejará tus años y tus dones
al festonear el cielo, que es tu manto.
Después de nuestra noche, tus campanas
seguirán despertando las mañanas
con el caudal que su fortuna vierte.
Mujer en renovar tu hermosura.
Hombre en el porvenir y la aventura.
Y siempre tu: para velar la muerte.
EL RECUERDO DE UN POETA PLATENSE
En una entrevista realizada por la escritora María Esther Vázquez al poeta platense Horacio Preler, titulada “La creación y su misterio” (publicada en el suplemento de Cultura del diario “La Nación”, del 30 de enero de 2005), aparece una mención, un recuerdo, hacía Catani:
“Empecé –decía Preler- a escribir poesía en la época en que estudiaba en el Colegio Nacional de La Plata. Allí teníamos un profesor, Enrique Catani, que me descubrió la Divina Comedia”.
SU VIDA EN UN ESBOZO
Si quisiéramos resumir la vida de Enrique Catani en versos, aunque lejos de la inspiración y excelencia poética de este maestro, podríamos decir:
Nueve de Julio, ciudad en el oeste aletargado,
quietud de pueblo de provincia, de calles polvorientas;
imagen de luces mortecinas…, lejano pasado.
Quiso el destino en esas horas que parecían lentas,
apenas nacido el siglo veinte, en un año dorado,
que, allí, viera la luz un ozano árbol de mejores vetas.
¡Feliz de ti floreciente aldea! que encuentras tu meta;
¡has sido elegida cuna de un grande y noble poeta!.
Desde niño su sensible talento, fervor de fuego,
le abrió paso a la imagen poética, a la belleza.
Y, así, cerca de las bellas letras y del trivial juego
cantó al amor, contra la vulgaridad y la tibieza.
Tenía su violín algo de extraño, acaso distinto.
¿Era, tal vez, algo mágico?… Mas no, esa melodía
se fundía en difuso resplandor, almagre y tinto,
y encendía su fulgor, cual ardiente sol del mediodía.
Proficua juventud, preludio de dechado destino,
con el místico y fascinador efluvio de las musas,
fue allí donde descubrió su ideal, un camino.
…Y cantó a su ciudad, a la vida esencial, a sus cosas.
Su lirismo fue genial, su prosa sutil e incisiva;
fino estilo tuvo el escritor, corazón grande el maestro.
Parco ante el panegírico y complaciente en la diatriba;
sabía abrevar de dulces fuentes: su lumen y su estro.
A las puertas del paraíso, ahí puesto por la muerte,
le aguardaban Virgilio y Dante entre la celestial bruma.
-¿Merezco tanto?, pensó el poeta, ante tamaña suerte
mientras ofrendaba toda su riqueza: un libro y una pluma.
PALABRAS FINALES
Enrique Catani falleció el 21 de enero de 1974, en su departamento de la calle 53 al 416, en La Plata.
Desde entonces, no fueron pocos quienes se ocuparon de su labor. Su biografía ha sido analizada en estudios temáticos, a los cuales nos remitimos.
La personalidad, la obra y el recuerdo de este hombre de letras es orgullo para la sociedad nuevejuliense.
En 1946, Lázaro Seigelschifer, al referirse al talentoso poeta y escritor nuevejuliense, dijo: “[…] es un poeta de exquisita delicadeza artística. Ahonda en el problema del conocimiento poético. Y al hacerlo penetra en la conciencia misma de la poesía. De ahí su preocupación por dotas al vocablo de una sugerente tonalidad musical. Al lograrlo, adquiere el idioma no sólo una mayor expresividad lírica, sino que traduce, con una más nítida elocuencia, la temperatura espiritual de esteta”.