Historias y curiosidades
Por Héctor José Iaconis.
Puede decirse que, desde la década de 1880 y por espacio de poco más de cuatro décadas, la comunidad de 9 de Julio no contó con bibliotecas populares o públicas. Algunas iniciativas plausibles, tales como la del Círculo Italiano, en torno al cual fue fundada la Biblioteca “Sarmiento”, se orientaron hacia el objetivo de abrir sus anaqueles al público, pero en todos los casos la perseverancia en la tarea fue breve.
La Biblioteca del Colegio Cavallari fue considerada por la Comisión Protectora de Biblioteca Populares con el carácter de “popular”. Así da cuenta una Memoria preparada por ese organismo para 1915-1916. Sin embargo, no se la incluyó posteriormente dentro de las Bibliotecas protegidas, tal vez por tratarse, desde su origen, de una biblioteca escolar.
QUE ES UNA BIBLIOTECA POPULAR
Sarmiento comprendió tempranamente la gravitación que debían poseían las bibliotecas en la sociedad. Al respecto, Miguel Gratacós (1936), afirma que el gran sanjuanino «sembró bibliotecas por todos los ámbitos del país […], repartía libros en todos los centros poblados, ciudades y campaña no sólo para que los leyeran, ya que existían infinidad de argentinos que no sabían leer, sino para que las gentes empezaran a saber, qué era y qué querían las Bibliotecas Populares”.
Por otra parte, María José Castillo Atienza apunta una definición moderna de «biblioteca popular», en la cual, a partir de organizaciones sociales, «se crean, se gestionan y se financian las Bibliotecas populares, siendo este aspecto lo que la diferencia del concepto que tenemos de Biblioteca Pública”. Así, “las Bibliotecas Populares en Argentina no dependen del Estado ni es este quién decide su existencia, sino que se crean a partir de la decisión de un grupo de vecinos de un barrio o comunidad, constituyéndose en Asociaciones civiles sin ánimo de lucro, que se financian básicamente con recursos propios (cuotas societarias y donaciones), que prestan servicios para la toda comunidad sin excepción alguna y que son parte de la Comunidad, ya que surgen por decisión de esta”.
Esta idea de “biblioteca popular” nos permitirá comprender las razones por las cuales sucumbirá la Biblioteca Popular que hoy nos ocupa.
LA FUNDACION
En mayo de 1930 fue conformada, en 9 de Julio, una Asociación, bajo la denominación de “Minerva”. La misma había surgido por iniciativa de José Gerardo García, director de la Escuela Nº 3, con la finalidad de crear una biblioteca popular. Cabe recordar que, como se dijo, para entonces, no existían bibliotecas que tuvieran el carácter de populares o públicas, llenando ese cometido, en cierta forma, las que pertenecían a las escuelas públicas de la ciudad (la Biblioteca Mitre de la Escuela Nº 1, por ejemplo) y, particularmente, la pertenecientes al Colegio Cavallari, cuyo acervo era, sin dudas, el más rico.
Desde luego, no podía ser más apropiado para una biblioteca el patrocinio de “Minerva”, considerada por la mitología romana como la diosa de la sabirudía y la protectora de las artes.
García, junto a otros colegas docentes, Mercedes Malpere, Nélida Mansilla, Estela Platero, Nicolasa C. de Ruggiero, Ernestina Tellechea, Zelmira de la Plaza, Esther De Simoni, Celia Alcaraz, Rosa A. M. de Vizzón y Elena Manassero, dirigieron una misiva a la Comisión Protectora de Bibliotecas Populares para requerir el reconocimiento oficial de una futura biblioteca popular. En la nota se informaba que, la Asociación “Minerva” deseaba formar una Biblioteca Pública Infantil , la cual funcionaría en las instalaciones de la Escuela Nº 3.
Tan pronto como fueron reunidos los primeros libros, sea por donación o por adquisición, la Biblioteca Popular “Minerva”, anexa a la Escuela Nº 3, fue fundada formalmente el 21 de junio de 1930. La primera comisión directiva estuvo formada por María Elena Pastorino (presidente), María Elena Aperlo (vicepresidente), Delia Tellechea (secretaria) y Violeta Malpere (tesorera). Completaban la mesa directiva, en carácter de vocales, Zelmira de la Plaza, Mercedes Malpere, J. Estela Platero, Nicolasa C. de Ruggiero, Ernestina Tellechea, Esther De Simoni, Celia Alcaraz, Rosa A. M. de Vizzón y Elena Manassero
La Comisión Protectora de Biblioteca Populares encargó, como era práctica en esa época, al Jefe de Correos y Telégrafos de la localidad, inspeccionar la aludida Biblioteca. Merced al informe que el funcionario elaboró, el 17 de julio de aquel año, sabemos que el fondo bibliográfico de la misma ascendía a 475 volúmenes, 36 folletos. Brindaba préstamo de libros a domicilio y un bibliotecario ad-honorem la abría al público de 8:30 a 12 horas.
La Comisión Protectora de Biblioteca Populares la puso bajo su órbita, otorgándole su “protección” y los beneficios que ello conllevaba.
La iniciativa, indudablemente, fue loable; aunque, en cierto modo, difícil de ser sostenida a lo largo del tiempo.
DIFICULTADES
El 7 de septiembre de 1936 el jefe de Correos y Telégrafos de 9 de Julio efectuó la inspecciòn de la Biblioteca. A decir verdad y según puede inferirse por las características del informe, la inspección no fue efectuada. Más bien, un docente de la Escuela o el propio director completó la planilla que luego el jefe de Correos refrendó.
Es probable que aquel informe no haya sido del todo convincente para la Comisión Protectora de Biblioteca Populares que, en noviembre de 1936, envió a Enrique P. Albarracín para tomar conocimiento del estado de la Biblioteca. El inspector suscribió un informe lapidario en el cual, entre otras observaciones, consideraba que la función de la biblioteca no era popular sino “escolar”, estando el préstamo de los libros circunscrito solamente a alumnos y maestros de la Escuela.
“La Biblioteca -describe Albarracín- ocupa una parte de la habitación que se destina al director, de 4 x 4 mts., muy incómoda y poco accesible, no existiendo otra disponible en el ‘malísimo‘ edificio de la Escuela, que no podrá contar con una biblioteca pública hasta tanto no cambie de local. Atiende el préstamo de obras el director Sr. José García, no existiendo otras autoridades que las que ha designado dicho funcionario entre el personal docente de la Escuela. No existiendo asociación”.
Como consecuencia del informe de Albarracín, la Comisión Protectora de Biblioteca Populares quitó temporariamente la protección legal hasta tanto fueran regularizadas las condiciones. Las autoridades de la Escuela insistieron en mantener la Biblioteca; empero, hacia 1943 una nueva inspección reveló que la Biblioteca era de uso privativo de la Escuela y puso de manifiesto algunas cuestiones poco favorables
La Comisión Protectora de Biblioteca Populares, en consecuencia, eliminó su carácter de popular. A trece años de haber sido fundada, la Biblioteca “Minerva” contaba con quinientos libros y doscientos folletos y revistas. Los volúmenes de la Biblioteca Popular Infantil pasaron a formar parte del establecimiento, ya como una biblioteca orgánica de tipo escolar, perdiéndose el nombre de “Minerva” en los confines del tiempo.
Con el tiempo, José García, el mentor de la Biblioteca “Minerva” será el legendario bibliotecario de la Biblioteca Popular “José Ingenieros” hasta su muerte, en 1963.
FUENTES
– Archivo Histórico de la Comisión Nacional de Biblioteca Populares (CONABIP), Buenos Aires, Expediente Nº 255-N-30.
– Bibliotecas Populares. Memoria de la Comisión Protectora de Bibliotecas Populares, correspondiente a los años 1915 y 1916, Buenos Aires, Talleres Gráficosa de L.J. Rosso y Cía, 1917.