Darío Cantón

La infancia de un notable
escritor en 9 de Julio

* Nacido en 9 de Julio, era hijo del doctor Felipe Cantón.
* Profesor honorario de la Universidad de Buenos Aires, es graduado en Filosofía en la misma casa.
* Obtuvo una maestría en Sociología en la Universidad de California, Berkeley.
* Desde el 2000 publicó “De la misma llama”, autobiografía intelectual en ocho tomos. Allí recuerda profundamente su estadía en 9 de Julio.
* Entre muchas otras distinciones, recibió el Premio Konex en 2014.
* En 2019 fue reeditada «La mesa», una de sus obras de culto.

Hace poco tiempo fue publicado un libro bajo el título de “Cantón lleno”. Se trata de una compilación de ensayos sobre la obra literaria de Darío Canton, reconocido poeta, catedrático y sociólogo nacido en 9 de Julio en 1928. Uno de los grandes proyectos de la literatura argentina de las últimas décadas es el que viene desarrollando el poeta Darío Cantón, desde sus inicios con su innovadora obra poética hasta el presente con la serie autobiográfica “De la misma llama.”
Su obra puede reunirse en los siguientes títulos: La saga del peronismo; El parlamento argentino en época de cambio; Corrupción de la naranja; Materiales para el estudio de la sociología política en la Argentina; Poamorio; La política de los militares argentinos; Gardel, a quién le cantás; La mesa; Elecciones y partidos políticos en la Argentina; Poemas familiares; Asemal (números 1 a 20);Abecedario Médico Canton; El pueblo legislador; Elecciones en la ciudad (tres tomos); Una hipótesis rechazada (ambas en colaboración).
Además, se publicaron poemas suyos en antologías por el Bicentenario de la Revolución de Mayo (Graham-Yooll, Monteleone, Samoilovich).
RECUERDOS DE 9 DE JULIO
Darío Cantón vivió en 9 de Julio en sus años infantiles en una vivienda ubicada en la avenida Vedia entre La Rioja y San Luis (hoy Cavallari). De esos años, recuerda: “Mi padre, Felipe Canton, se instala en 9 de Julio y abre consultorio, como médico cirujano, en junio de 1913. Allí nacerán, en su domicilio, asistida su esposa por él, los tres hijos varones”.
Según rememora Cantón, “la casa donde vivía, en la Avenida Vedia, la calle principal, tenía un patio muy grande, al costado de la edificación,
que se ensanchaba hacia el fondo, detrás de ella”.
“Había allí -añade- un árbol sobre el que tenía su casilla un mono, Nick, que le habían regalado a mi hermano Héctor. También una petisa, montado sobre la cual aparezco en una foto; hasta habían llevado, cuando tenía tres
o cuatro años, un chajá al que le recortaron las alas para que no volara. El chajá fue vivido como una amenaza por mí –me asustaba–, y soltado al poco tiempo en una laguna cercana. Tuve un auto a pedal, regalo de un médico amigo de mi padre, y antes que eso un triciclo. ¿Jugaría con tierra, me ensuciaría? No estoy seguro. Supongo que, en todo caso, sería bajo la supervisión de mi madre”.
“A veces -anota Darío Cantón- acompañaba a mi padre, a la tarde, cuando caminaba hasta la estación del tren con un amigo para buscar los diarios que llegaban desde Buenos Aires. Era la ocasión para que los dos tomaran un vermouth en el coche comedor mientras el tren iba a cargar agua a unos pocos kilómetros de allí, antes de emprender el regreso o seguir hacia algún otro destino”.
El asistente de su padre, de apellido Altare, lo llevaba a la Panadería de Del Cueto, ubicada en la esquina de su casa (Vedia y San Luis).
“Sentándome -dice al respecto- en el mostrador, me hacía cantar algún tango. Tenía una pequeña guitarrita que me habían regalado con la que, para terminar, daba los últimos rasguidos marcando los dos tiempos y diciendo «Tu-lún».
“Mi vida en 9 de Julio, supongo, no contribuiría, todavía, a individualizarme demasiado. Era el hijo menor (por diez y catorce años) de tres que habían tenido mis padres. De algún modo el «mimado» por ser el más chico, una especie de hijo «único» porque mis hermanos ya estaban empezando la escuela secundaria en la ciudad de Luján, pupilos en un colegio de los Hermanos Maristas que allí funcionaba”.
“Criado -prosiguie- en una familia de buena posición económica no me faltaba nada, ni siquiera un jarrito para beber y cubiertos con mis iniciales grabadas (en la casa de mi madre había servilleteros –pequeños aros de metal que sujetaban, plegada, la servilleta de género– con iniciales que correspondían a cada uno de nosotros)”.
PALABRAS FINALES
Darío Cantó es, hoy en día, un referente de la literatura argentina.
El año pasado fue reeditado su libro “La mesa”, justamente cuando esta obra cumplía medio siglo desde su primera edición. Se trata del cuarto libro de poesía de Canton. Con un total de 2604 versos, se publicó en 1972 a instancias del mítico editor Arnaldo Orfila Reynal de la por entonces flamante editorial Siglo XXI. Su adscripción al experimentalismo más libre que pudiera concebirse contribuyó a llamar la atención sobre un libro. Pero su recepción y permanencia en el tiempo fue también obra de una crítica que lo tomó en serio como eje de una renovación de la literatura, el lenguaje y las poéticas en boga desde los años 70. A 50 años de aquel iluminado momento en que Canton despertó con unos versos en la punta de la lengua, la editorial Zindo & Gafuri lo volvió a poner en circulación.
La producción literaria, poética, de Darío Canton, surge desde una experiencia vital pero se modifica a medida que se transforma en materia literaria. Transformada la creación se interrelaciona con elementos teóricos que acaso definan una poética que delinea una escritura.

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