Por Héctor José Iaconis.
El estallido de la Guerra del Paraguay, sorprendió al coronel Julio de Vedia, fundador de 9 de Julio, con varios proyectos en vista, que sin dudas resultarían beneficiosos para el nuevo pueblo. Uno de ellos consistía en la construcción de una atahona; lo cual se lo comunicó a su amigo, el agrimensor Miguel Vaschetti, en una carta del 19 de abril de 1865, datada en 9 de Julio.
Allí también le escribía: “Al fin sus amigos, los Paraguayos, hicieron la última paraguayada, ¡qué animales!. Dios los asista. No creo que pudieran con el Brasil y como les irá ahora que se han echado otro enemigo encima, que solo podría luchar con ellos y tal vez con ventaja”.
“El Batallón 1º -prosigue- tiene orden de marcha y se moverá de aquí pasado mañana. Esta noticia y la de la guerra tiene a la gente, aquí, bastante amilanada, pero esto ya pasará. Esta es la primera impresión. Luego de que vean llegar milicias a reemplazar al batallón, volverá la conformidad”.
“Ayer me llegaron las maderas y, a pesar de los sucesos que se desarrollan, mañana haré empezar mi casa. Esto le probará a usted que tengo fe en el porvenir de este pueblo y en la poca duración de la guerra, a que nos provoca el bárbaro de López (su amigo)”, añade Vedia, con un todo final casi irónico.
En otra carta, cinco días más tarde, Vedia intuía que pronto debería dejar 9 de Julio para alistarse en el ejército que marchaba al campo de batalla. El 22 de abril había dejado la Comandancia de Cla Lauquen el Batallón nº 1 con destino a Buenos Aires, llevando trescientos dieciocho soldados; y otros ciento cuarenta hombres se aprestaban, del mismo modo, a partir de 9 de Julio.
Vedia, a la sazón jefe de la comandancia de la Frontera Oeste, que tenía asiento en el pueblo de 9 de Julio, aguardaba el arribo de Guardias Nacionales para el cuidado de la línea fronteriza. En una carta que escribió al presidente de la República, Bartolomé Mitre, el 27 de abril de 1865, ya se constata que Vedia conocía la designación que, poco más de un mes más tarde, se le haría: jefe del Regimiento nº 1 de Artillería.
A mediados de 1865, el coronel Julio de Vedia había dejado el pueblo, con el deseo manifiesto de regresar en un tiempo breve. Aquí había encargado a Pedro Labbé el cuidado de su casa-quinta, ubicada a partir de la esquina norte formadas por las actuales avenidas Tomás Cosentino y Eva Perón.
También poseía en la manzana nº 3 (hoy esquina de Libertad y avenida San Martín) una vivienda, edificada ese mismo año, que constaba de “siete piezas de material cocido y techos de azotea”; y otros solares, entre los cuales se encontraba el que poseía en la manzana nº 5, donde había hecho construir -hacia 1864- “tres piezas de material, con techos de azotea”[1].
Al parecer, antes de alejarse de 9 de Julio, Vedia había dejado instalado un comercio, cuya administración encargó -en carácter de “habilitado”- a José Ugarte[2].
La guerra, que Mitre prometió concluir en pocos meses, finalizó un lustro más tarde. De los muchos soldados que habían partido de 9 de Julio al campo de batalla en Paraguay, sólo había retornado -en los meses sucesivos- uno, Juan Dolores, quien había combatido por lapso de tres años y medio, y al regresar se incorporó en la Guardia Nacional.
De acuerdo con lo sugerido por Buenaventura Noé Vita, “de los demás, de los que no habían muerto en los campos de batalla o en los hospitales de sangre […], si habían sido licenciados a la terminación oficial de la guerra, [para noviembre de 1870] aún no había regresado ninguno en busca de su china o su solar”[3].
La Guerra de la Triple Alianza, no solamente en la historia de la Argentina, sino también en las de Uruguay, Brasil y, principalmente, Paraguay, es considerada uno de los enfrentamientos bélicos más importantes en el siglo XIX, por la magnitud de víctimas que cobró. Juan Bautista Alberdi, quien desde Europa se opuso a la ejecución de esa lucha armada, escribió un ensayo que tituló “El crimen de la guerra”, en el que enfatiza: “La guerra en Sud América, sea cual fuere su objeto y pretexto; la guerra en sí misma es, por sus efectos reales y prácticos, la anti-revolución, la reacción, la vuelta a un estado de cosas peor que el antiguo régimen colonial: es decir, un crimen de lesa América y lesa civilización”.
Para el autor de las “Bases”, la Guerra del Paraguay estorbaba “la constitución de un gobierno patrio, pues su objeto constante es cabalmente destruido tan pronto como existe con la mira de ejercerlo, y mantiene al país en anarquía, es decir, en la peor guerra: la de todos contra todos”.
“La guerra disminuye el número de la población indígena o nacional, y estorba el aumento de la población extranjera por inmigraciones de pobladores civilizados: no se puede hacer a Sud América un crimen más desastroso. Despoblarla es entregarla al conquistador extranjero”, sostuvo Alberdi[4].
Las circunstancias que encontraron al general Vedia al culminar la Guerra del Paraguay no le permitieron cumplir su deseo de retornar a su 9 de Julio.
NOTAS
[1] Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires “Dr. Ricardo Levene”, Fondo Escribanía Mayor de Gobierno, legajo 207, expediente nº 14518; y legajo 258, expediente nº 17812.
[2] Héctor José Iaconis, “Curiosidades en la historia nuevejuliense: El almacén de Julio de Vedia”, en Diario “El 9 de Julio”, 28 de enero de 2018, disponible en http://www.diarioel9dejulio.com.ar/noticia/87978
[3] Cfr. Crónica Vecinal de Nueve de Julio. 1863-1870, La Plata, Publicaciones del Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires, 1938, pág. 102.
[4] JUAN BAUTISTA ALBERDI, El crimen de la guerra, Buenos Aires, “La Cultura Argentina”, 1915, pág. 276s.