Un personaje querible, que se quedó en el recuerdo de los nuevejulienses
* Personaje popular en nuestro medio, sus muchos amigos aún le recuerdan con afecto.
* De profesión bicicletero, nació y vivió muchos años en la barriada cercana a las vía del Ferrocarril Belgrano.
* Hombre generoso y amigo ejemplar, su humildad no le impidió ejercer la caridad con muchos que llamaron a su puerta.
La calle Santa Fe entre General Paz y Urquiza tiene, como todo barrio de la ciudad de 9 de Julio, su propia historia y, asimismo, también los nombres de quienes forjaron ese pasado.
Merecería, sin dudas, que se escribiera la historia de los personajes de los barrios nuevejulienses o la historia de cada barrios, de esos espacios urbanos donde late la vida permanente de la comunidad.
En Santa Fe entre General Paz y Urquiza trabajó en su oficio de bicicletero, durante mucho años, el recordado vecino: Antonio Fernando Rivas, a quienes sus amigos llamaban «Rivita». Allí poseyó el taller de bicicletas que, tras su muerte, continuó un familiar suyo.
A poco de cumplirse 20 años de su fallecimiento, el recuerdo de este personaje amable, sobrevive entre quienes lo trataron.
Nacido en 9 de Julio, el 30 de mayo de 1938, era hijo de Juan Rivas y María Valguarnera, matrimonio del que nacieron once hijos, de los cuales dos de ellos mueren al nacer. Sus nombres: Saturnina Haidée, Marcos Miguel, María Asunción «Maruca», Mario Juan, Raúl Agustín, las mellizas Delia y Lidia y Nélida.
Los primeros años de su vida transcurrieron en Corrientes entre Avellaneda y Sarmiento, el hogar de sus padres. En la Escuela Nº 2, fue donde cursó sus estudios primarios.
Muy niño comenzó a trabajar en el mercado de los hermanos Albano, donde se dedicada a varias tareas relacionadas con ese rubro.
LA BICICLETERIA
Más tarde ingresó en el taller de bicicletas de Leopoldo Costantino, quien le introdujo en los conocimientos del oficio que luego hubo abrazado durante toda la existencia.
En la avenida Vedia entre Avellaneda y Sarmiento instaló su primera bicicletería; que al tiempo trasladó a Urquiza entre Vedia y Libertad y por último a Santa Fé Nº 50, su domicilio particular, ubicado entre General Paz y Urquiza.
En todos esos locales siempre mantuvo una línea de trabajo enmarcada por la honestidad, que bien reconocían sus clientes. No se trataba sólo de un taller sino también de un espacios donde se formaban lazos sólidos de amistad.
No faltaba tampoco el comentario risueño. Quien escribe esta nota, siendo adolescente, insistía en que querer hacer rodar un viejo biciclo desvencijado que cargaba encima más de cien años. Cada vez que llegaba a la bicicletería, con algún inevitable problema, “Rivita” sonreía y decía en tono de broma: “-Che, porque qué no esperás que pase la barredora y ponés este cachivache para que te lo pase por arriba”.
VIVIR EN EL MISMO BARRIO
Cuando sus padres se afincan el La Plata el rehúsa viajar y decide continuar viviendo en 9 de Julio, en el barrio de sus orígenes. Con su hermana «Maruca» vivió en Avellaneda y Santa Fe para luego establecerse en casa de sus primos, los hermanos Valguarnera de la calle Sarmiento entre Edison y Arturo Frondizi.
El Barrio de la Boca también le contó entre sus vecino; pues algunos años más tarde vivió en de Tomás West entre Sarmiento y Urquiza.
De todo esto, de una forma u otra, «Rivita» vivió siempre en el mismo barrio, en las inmediaciones del lugar que le viera nacer.
LA AMISTAD
Recibir los amigos y agasajar la familia fue una constante a lo largo de su vida. No eran pocos quienes se acercaban a su taller para compartir el diálogo y, por que no, los mates. Tampoco lo eran aquellos que se reunían en su mesa para compartir una reunión placentera.
Los transeúntes que circulaban cerca de la bicicletería difícilmente no se sorprendiera de verlo trabajar, siempre con el mismo afán, pero dando lugar a la fraternidad amistosa y al compartir generoso.
Fue una persona riquísima en su caudal afectivo; solidario y siempre dispuesto para ayudar. Su humildad no le privó de atender las necesidades de muchos que, tocando a su puerta, le solicitaban un beneficio.
El asado, un buen vino y una guitarreada, el momento con «la barra de amigos», eran ocasiones para verle, animado y con gesto cercano. Su canto era el deleite de los escuchas, pues poseía una vos de especial dulzura, y precisa entonación. Todavía se le recuerda en «La Tapada», negocio que atendía sus primos, compartiendo muchas noches de alegría y distensión, con Miguel Barry, «Cholo» Anito, «Gordo» Etche pare, Felipe y tantos otros.
PALABRAS FINALES
No son pocas las anécdotas y vivencias que se podrían desplegar en una biografía de «Rivita», pero preferimos dejar a nuestros lectores, quienes le conocieron, hacer memoria de aquellas. Recordarle en su caminar por nuestras calles, o circulando en sus motos y bicicletas convenientemente adaptadas a su condición física.
Rivas falleció en 9 de Julio, el 9 de octubre de 2000, a los 62 años. En su funeral muchos amigos lloraron su partida; los mismos que hoy le alzan un simbólico monumento, con alegorías de emblemática amistad.