Por Héctor José Iaconis
Cuando apenas la cinematografía llegaba a escasas poblaciones del interior del país, y alcanzaba el primer desarrollo en la metrópoli, los habitantes del pueblo pudieron disfrutar de esporádicas funciones. En efecto, en los albores del siglo XX, se comenzaron a efectuar las primeras proyecciones; a comienzos de la década de 1910 las funciones de cinema fueron más estables y, para mediados de la década de 1920, había sido instalada una sala de cine construida especialmente para esa finalidad: el Cine «9 de Julio». Acerca de la última da cuenta la foto-postal que hoy hemos escogido.
1. LA IMAGEN
Esta postal fotográfica pertenece a una serie realizada a finales de la década de 1920. Se conocen, del mismo autor, otra decena, entre las cuales se encuentran las vistas del Hospital de los Pobres, del Banco de la Nación, del Banco de la Provincia de Buenos Aires, de la Municipalidad y de la Parroquia.
En la que hoy publicamos aparecen las fachadas de los ex Clubes Radicales «Presidente Yrigoyen» y «Unión» y al lado el Cine «9 de Julio», con su flamante edificio, en la calle La Rioja entre Vedia y Libertad.
2. LA INAUGURACION DEL CINE
La imagen ha sido tomada poco después de la dirección y construcción del Cine «9 de Julio» estuvo a cargo del Ing. Mariscotti (edificio propiedad de la familia), lo cual permite valorar en toda su magnitud las características de su arquitectura.
Se trató de la primera sala montada exclusivamente para la proyección de películas cinematográficas. Su inauguración se verificó el jueves 24 de junio de 1926 y, como puede inferirse, tanto los compartimentos específicos para la técnica de la proyección como el espacio destinado a la platea estaban mejor estructurados que los primitivos «bares-cinematógrafos», acerca de los cuales nos referiremos más adelante.
La función inaugural fue realizada a beneficio de la Sociedad Protectora de los Pobres y el primer film en proyectarse fue «El Fantasma de la Opera» («The Phantom of the Opera»), una película muda estadounidense realizada el año anterior, dirigida por Rupert Julian y protagonizada por el célebre actor Lon Chaney, de quien fue confeso admirador el hispano-argentino Narciso Ibáñez Menta. El escritor E.M. Danero (Eduardo M. Suarez Danero) dedica un atractivo artículo a Chaney y a su interpretación en «El Fantasma de la Opera» en la revista portaña «Caras y Caretas» del 6 de septiembre de 1930.
El periódico EL 9 DE JULIO, al describir las características del Cine «9 de Julio», en una nota periódica publicada tras la velada inaugural, comenta que «el número de butacas es de 500, lo que nos dará una idea exacta de la gran capacidad del salón»; asimismo, alega que «tanto la calefacción eléctrica como la ventilación han sido meticulosamente cuidadas».
Por su parte, el periódico «El Pueblo», en su edición del 26 de junio de 1926, afirma que «el numeroso público que hizo acto de presencia en esa función, recogió del nuevo cine impresiones satisfactorias y halagüeñas; elogiando la buena disposición y ornamentación del mismo, instalado a la altura de los mejores y más modernos de la Capital».
«También agradó – prosigue la nota de «El Pueblo»- la orquesta en sus ejecuciones y la película proyectada. Es de esperas pues, que este adelanto a favor del público nuevejuliense encuentre campo de acción en sus empresarios, quienes nos manifiestan que tienen el mejor propósito de colmar las exigencias del público».
Al principio la dirección artística del Cine «9 de Julio» le fue confiada a la empresa «Mundial Films»; mientras que la administración estuvo a cargo de Gómez y Cornador.
Cabe recordar que «Mundial Films» era una empresa que había sido fundada en 1920 por Alejandro Gómez y Adolfo Croce, siendo representantes en la Argentina del sello Universal. Más tarde y antes del arribo casi monopólico del empresario español Antonio Zurro, el Cine «9 de Julio» fue administrado en una época por la Asociación Italiana de Socorros Mútuos.
Posteriormente el edificio fue adquirido a la Familia Mariscotti por la empresa Marcos Marenco, concesionaria del Teatro Rossini, sucesora de la Empresa Zurro.
Actualmente el edificio del Cine es ocupado por una Iglesia Evangélica.
3. LOS ANTECEDENTES DEL CINE EN 9 DE JULIO
En abril de 1902 se anunciaba la instalación de un biógrafo, en el local ubicado frente a las oficinas del telégrafo provincial. Quizá no se trataba de un cinema propiamente dicho, sino más bien de una especie de vivomatógrafo, similar al sistema de la Escuela de Brighton. Pues, en el anuncio publicado en el periódico «El Porvenir», del 20 de abril de ese año, se refería a unas telas pintadas por el artista Carbone, recreando «hermosos paisajes de Palestina, Río Jordán, Monte Calvario, Jerusalén y otros puntos que se ven en un simulado viaje en ferro-carril».
Sin embargo, era un auténtico cinematógrafo Lumière el que realizó su debut en el Teatro «Rossini» el sábado 24 de mayo de 1902. La empresa J. Pimas y Cía., en gira por el interior de la Provincia, se detuvo en Nueve de Julio para brindar unas cuatro funciones. Al parecer, su presencia cautivó no sólo a los espectadores sino también a las autoridades municipales, quienes realizaron gestiones para lograr una función gratuita en la noche del domingo 25.
Más tarde, si bien temporalmente, fueron colocados algunos biógrafos, siempre en la sala del teatro. Por citar, en 1906 se instalaron los de los empresarios Kreft y Brucci.
En 1907 comenzó a construirse un bar cinematógrafo, en una de las esquinas más céntricas de la todavía no declarada ciudad, Libertad y Buenos Aires (hoy avenida San Martín). En octubre las obras tocaban a su fin y se aguardaba con cierto interés su inauguración. Ese bar pertenecía a Germán César y al fotógrafo Rafael Adobato, quienes constituyeron una «sociedad mercantil encomandita» -administrada por el primero- el 20 de octubre del año siguiente.
Poco tiempo después, el jueves 9 de diciembre de 1909, fue inaugurado el Bar «San Martín», con cinematógrafo, propiedad de Eugenio Luis Richer y de su hijo Eugenio, emplazado también en Libertad y Buenos Aires. Este constituyó un espacio para la recreación y el solaz, y un ámbito confortable para la difusión de la cinematografía hasta que un voraz incendio puso fin al empren- dimiento.
Como se ve, los primeros biógrafos se ubicaron como espacios anexos a los bares. Los pianos eléctricos fueron otras de las atracciones incorporadas a esos promisorios establecimientos, para servir como medio para la animación de las tertulias.
En 1909 también existía otro cine, en el bar «El Americano», que los hermanos Güida poseían en Buenos Aires y Mendoza. Según el periódico «El Luchador», del 16 de diciembre de ese año, diariamente ofrecían funciones, y los fines de semana llevaban a escena un cuadro dramático dirigido por el actor Santiago Hidalgo.
Por este tiempo, tal vez con menor popularidad funcionaba en la ciudad otro bar con cinematógrafo regenteado por los hermanos Peláez. De este último no se han hallado referencias concretas, sólo aparece una cita remota en la p{agina 650 del «Anuario Estadístico Nacional 1910. Guía General de la República Argentina» editado en Buenos Aires por Bernardo F. Amor, en 1910.
Recién en marzo de 1912 en el Teatro «Rossini» comenzaron a efectuarse proyecciones cinematográficas de modo más regular. En uno de los palcos altos del centro se había montado el proyector con una instalación eléctrica provisoria. El 20 de abril, por pedido del intendente, la Sociedad Italiana «Amicizia e Lavoro», propietaria de esa sala, mandó construir una casilla de hierro, forrada interiormente con amianto y provista de una manga contra incendios. En principio, la energía eléctrica para poner en funcionamiento el proyector no provenía de la red general sino de un generador tipo «S» de 22 H.P., fabricado en Wellington (Inglaterra) y accionado por un motor a gas «Hovre», adquiridos por la sociedad hacia 1908, por intermedio del legendario comerciante, industrial e inventor Atilio Ferraguti, no solamente pionero en la venta de artículos para electricidad, sino también precursor del automovilis-mo en 9 de Julio.