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El almacén de Julio de Vedia en 9 de Julio

Por Héctor J. Iaconis.

Cuando en 1865, el coronel Julio de Vedia se alejaba de 9 de Julio, el pueblo que había fundado poco menos de un par de años antes, lo hacía con el deseo de regresar. Esa aspiración queda manifiesta en alguna correspondencia que escribió a sus amigos y, particularmente, al agrimensor Miguel Vaschetti.

Su alejamiento de 9 de Julio, como se sabe, era motivado por el estallido de la Guerra del Paraguay; a cuyo campo de operaciones debió marchar como jefe del Regimiento de Artillería. Al comenzar ese conflicto bélico, el presidente de la República, Bartolomé Mitre, aseguró que la duración del mismo sería breve, por lo cual muchos oficiales y soldados marcharon esperanzados en un retorno inmediato. Lo cierto es que la Guerra del Paraguay duró cinco años y cambió definitivamente el curso de las vidas de las personas que, de alguna manera, intervinieron en ella.

Cuando Vedia se alejó de 9 de Julio dejó sus cuestiones personales organizadas, quizá aguardando que el retorno al país significara el regreso a “su 9 de Julio”. Por un lado, confió a Pedro Labbé el cuidado de su casa-quinta, ubicada en la esquina de las actuales avenidas Tomás Cosentino y Eva Perón.

Según el Registro de Contribución Directa, levantado el 16 de junio de 1866, además de la aludida finca -entonces estaba valuada en 30.000 pesos- Vedia, poseía una vivienda en la zona céntrica del pueblo.

El fundador de 9 de Julio, entre las propiedades que dejaba en el Partido, también contaba con un establecimiento rural, que llevaba el nombre de “San Pío”. En el momento más álgido de la Guerra del Paraguay y cuando su propietario se hallaba en campaña militar, no tardó de caer sobre esa estansuela un embargo ordenando por el Juzgado de Primera Instancia en lo Civil, de la ciudad de Buenos Aires.

Julio de Vedia dejó asimismo, instalado en el pueblo de 9 de Julio, un comercio de ramos generales, el cual confió al cuidado de José Ugarte en carácter de habilitado. La suerte económica de su propietario o la de su familia, debió resentirse con motivo de la guerra, y se presume que ello haya motivado a optar por deshacer la sociedad con Ugarte y liquidar el comercio.

En septiembre de 1867, Luciano Márquez, un vecino caracterizado en la sociedad nuevejuliense de entonces, se presentó ante el Juzgado de Paz de 9 de Julio con tres cartas escritas por Vedia, en las cuales no designaba su apoderado y le requería la inminente liquidación del negocio. Según un documento del 16 de septiembre de ese año, Ugarte afirmó desconocer la representación que Márquez pretendía ejercer y se negó rotundamente a efectuar la liquidación y a entregar un nuevo balance, a excepción de uno que había elaborado en enero del mismo año, junto a Horacio Gutiérrez.

La negativa de Ugarte a admitirlo a Márquez como apoderado de Vedia generó un conflicto en el cual, Cayetano Urbero, a la sazón juez de Paz sustituto, se debió declarar incompetente en virtud de la amistad que mantenía con ambos litigantes. En consecuencia, Urbero designó una comisión integrada por el maestro Santiago O’Donell, Alejandro Cruz y Benito Villar para que estudiaran el caso y efectuaran un fallo.

La comunidad de 9 de Julio, en 1867, era demasiado pequeña y los vecinos, al menos aquellos que pertenecían a una clase social más o menos acomodada, se hallaban vinculados, sea por relaciones de amistad, comercial o familiar. Es probable que esa situación haya motivado a Benito Villar a negarse a integrar la comisión aludida, debiendo ser reemplazado por el comerciante Emilio Carballeda.

La comisión designada por el juez de Paz buscó mediar en el asunto y, como Márquez contaba con los documentos probatorio, terminó de inclinar el veredicto en su favor.

De esta manera, terminó por disolverse la que se estima fue la única sociedad comercial formal que integró Vedia en 9 de Julio. Este sería el comienzo de otras liquidaciones que Vedia realizará de sus propiedades en el pueblo, cuando el destino lo alejó definitivamente de estas tierras.

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