* Docente de profesión, ejerció por espacio de casi 30 años hasta jubilarse con el cargo de vicedirectora.
* Si bien nació en Carlos Casares, su infancia transcurrió en la localidad de Martínez de hoz para luego vivir en Junín y en Chacabuco.
* Nuevejuliense por adopción, se radicó en esta ciudad, donde su único hijo fijó su domicilio, hace varios años.
* Con sus 100 años de edad es un testimonio de vida, energía y vitalidad.
Arribar a una edad avanzada de 100 años remite, sin dudas, a una vida sana, llevada con entereza y virtud aún en los momentos más difíciles. Toda carrera vital está conformada por instantes de felicidad y circunstancias más difíciles que, como un verdadero crisol, van forjando la personalidad de cada.
Dora Razetto de Ruiz, quien ha arribado a los cien años con buena salud y una plena lucidez, es un verdadero testimonio de vida, energía y vitalidad.
Nacida en Carlos Casares el 19 de abril de 1915. En realidad, su nacimiento se verificó en esa localidad, pero enseguida sus padres la llevaron a su lugar de residencia, en la localidad de Martínez de Hoz, donde transcurrió su infancia.
Sus padres, Enrique Razetto y María Carlota Triviero, eran inmigrantes italianos, piamonteses, oriundos de Turín. Ellos, cuando arribaron al país, por primera vez, ya habían contraído matrimonio. En realidad, lo hicieron primero, a comienzos del siglo XX para luego retornar a su patria. Sin embargo, en las postrimerías de la Primera Guerra Mundial, hacia 1914, decidieron inmigrar nuevamente a la República Argentina.
En esta segunda etapa, trabajó en diferentes ciudades de la provincia de Buenos Aires, entre las cuales se pueden mencionar Lincoln, Carlos Casares, Martínez de Hoz y Junín.
Dora se encuentra entre las menores de nueve hermanos. Entre sus recuerdos, guarda con claridad, episodios ocurridos cuando tenía apenas cinco o seis años.
Sus estudios primarios los cursó en una de las escuelas fundadas gracias a la ley presentada por el senador Manuel Láinez, por medio de la cual autorizaba a la Nación a instalar escuelas primarias en los territorios de las provincias que así lo solicitaran. Posteriormente, sus padres se trasladaron a Lincoln y, más tarde, a Junín. En esta última ciudad fue donde se arraigó su familia y allí completó sus estudios, obteniendo el título de Maestra normal, en 1933.
LA DOCENCIA
Por espacio de más de treinta años, Dora, ejerció la docencia en establecimientos de enseñanza primaria. Lo hizo como maestra de grado en Arribeños, en Junín y en Chacabuco, estando al frente de cuarto y sexto grados, respectivamente.
Su esposo era ferroviario, formaba parte del amplio sector de talleres de Junín, donde llegó a ocupar la jefatura de los depósitos de máquinas. Cuando fue trasladado a Chacabuco, pidió la permutación del cargo con otra docente; de esta manera, su carrera docente concluyó, muchos años después, cuando ocupaba el cargo de vicedirectora, en la Escuela «Amado Nervo» de Chacabuco.
En su trayectoria como docente le tocó vivir momentos muy importantes, tales como la reforma educativa de 1940. Más aún, el establecimiento educativo donde trabajaba fue elegido como escuela piloto para la puesta en práctica de la reforma.
Aún no hay, después de más de cincuenta años de haberse retirado de la docencia, sigue siendo convocada en los establecimientos educativos por los que pasó para participar de los actos escolares; especialmente, en aquellos en que festejan las promociones de exalumnos.
EN 9 DE JULIO
Tras los fallecimientos de su hija política, Susana Inchaurrondo, y de su esposo, Dora se radicó en 9 de Julio, lugar de residencia de su hijo Carlos. Su traslado a 9 de Julio fue paulatino; pues comenzó, tal como ella misma lo explica, viniendo un par de semanas para luego volver a Chacabuco hasta que se estableció definitivamente; tanto así que ya se considera una nuevejuliense por adopción.
SU FAMILIA
Dora contrajo enlace, en 1940, con Isabelino Ruiz. De esa unión nació su único hijo, Carlos Alberto, conocido vecino de esta ciudad y miembro de Rotary Club de 9 de Julio.
Además, tiene dos nietos, Nicolás y Natacha y dos bisnietos, Benjamín y Bautista.
Siente un especial afecto por su entorno, por su familia y por los amigos de su familia, quienes le manifiestan un especial cariño. «Mis nietos y bisnietos me llenan de vida, me dan luz; me invita a moverme, a jugar. Con ellos me siento joven, me devuelven a mis años mozos», comenta Dora.
UNA CARACTER AFABLE
Dueña de una memoria prodigiosa y de una reflexión aguda, es al mismo tiempo una persona cordial con quien el diálogo se vuelve sumamente placentero.
Hay en su semblante una serena belleza que el devenir de los años no han apagado. Tiene su mirada un brillo juvenil que revela que su vida ha sido vivida con sabiduría. Es el fulgor radiante de un ayer que se conjuga con la alegría de un presente pleno, en el calor de un hogar tan lleno del amor de su hijo, de sus nietos y de sus bisnietos.
El tono de su voz conserva la firmeza de la seguridad y la convicción que sólo aportan los años, la reflexión y la experiencia.
De manera acompasada, sin prisa pero, al mismo tiempo, sin quitarle a su exposición un rítmo casi melodioso, revela un mar de recuerdos que no solamente conserva en su mente sino también en su corazón.
PALABRAS FINALES
Dora fue una gran lectora. En la actualidad, si bien no ha perdido el gusto por la lectura, se ve obligada a practicarla menos, por la disminución de la agudeza visual. No obstante encuentra otros placeres para la distensión y el sano entretenimiento. Toda vez que puede,juega con sus nietos o utiliza la computadora, con la cual se ha familiarizado de manera admirable.
Si bien la televisión no le entretiene tanto como lo hacía la lectura, a la hora de escoger un programa televisivo prefiere aquello se noticias o sobre temas políticos. No tiene por costumbre mirar novelas, prefiere las películas, el cine.
A la hora de consultarle cuál es la fórmula para llegar, con su plenitud, a la edad de 100 años, Dora explica que siempre ha mantenido «una alimentación sana y equilibrada, consumiendo muchas verduras». Algo digno de ser destacado es que, a lo largo de su vida, nunca fue operada, ni tan siquiera de una cirugía menor.
Dora, no duda en admitir que la suya es «una vida extensa, llena de recuerdos, de muchos recuerdos. A veces los recuerdos llegan un poco borrosos, por la bruma de los años».
«Me gusta recordar -añade-. A veces los recuerdos pueden ser un poco tristes; sobre todo, teniendo en cuenta que a mis años ya no me han quedado amigos de la niñez o de la juventud, con quienes compartirlos»
Al mismo tiempo, recuerda una reflexión de Amado Nervo, en la cual afirmaba que estaba conforme con la vida que le había tocado, porque nunca le había dado esperanzas fallidas, ni trabajos injustos ni penas inmerecidas. En este sentido, ella afirma sentirse muy conforme con la vida que le ha tocado y, no duda en admitir que está viviendo los días más felices de su vida.
«He tratado de seguir al pie de la letra los consejos de la madre Teresa de Calcuta: si no puedes trotar, corre; si no puedes correr, camina; si no puedes caminar, usa bastón; pero no te detengas», concluye.
Dora es un ejemplo de vida, en la más elevada concepción de la expresión. Su alegría, su cordialidad son, sin duda, un esperanzado canto a la vida.