Sacerdote, poeta y catalán
* Perteneciente a la Diócesis de Vic, vino a 9 de Julio para misionar.
* Como párroco del actual Santuario Diocesano de Fátima realizó un gran trabajo en el apostolado con los laicos.
* Poeta y escritor, fue un permanente colaborador en la prensa escrita.
El Santuario Diocesano de Nuestra Señora de Fátima tiene una rica historia que, en algunas notas periodísticas, en su momento, la hemos reflejado. En ese pasado se encuentra, con fuerte presencia, el ministerio y los servicios pastorales realizados por los primeros curas párrocos que estuvieron a cargo de esa parroquia, los padres catalanes que, arribados desde la Diócesis de Vic, residieron en esta ciudad.
El padre Pedro Campas Bonay fue uno de esos misioneros que, por espacio de casi diez años, trabajó en estas tierras. Con espíritu joven y siguiendo el llamado del Concilio Vaticano II, cuyas enseñanzas cobraban fuerza en Latinoamérica, aceptó el desafío de dejar su patria. Aquí cosechó muchos amigos, muchos de los cuales aún viven en 9 de Julio y lo recuerdan con afecto.
Había nacido el 27 de mayo de 1928, en el pueblo de San Pedro de Torelló, perteneciente a la comarca de Osona. Tan pequeño era aquel lugar que, al momento de su nacimiento, la población no alcanzaba a dos mil personas.
Allí fue bautizado y fue donde comenzó a recibir el llamado divino que abrazó en el seguimiento de Cristo sacerdote.
SU VOCACIÓN SACERDOTAL
Pedro Campas Bonay ingresó niño al seminario diocesano, siendo ordenado sacerdote el 28 de junio de 1953. Entre sus primeros destinos, ejerció el ministerio presbiteral como vicario en las parroquias de Santa María de Moià (1953) y de la Virgen del Carmen de Manresa (1955). Fue, también, ecónomo de San Miguel de Castelltallat (1956) y de Santa María de Cornet y San Miguel de Terradelles (1958).
Tras ser el cura rector en Manresa (1963), fue ecónomo de la parroquia de San Pedro de esta ciudad (1966).
MISIONERO EN LA ARGENTINA
En 1968, en el marco de la denominada Obra de Cooperación Sacerdotal Hispanoamericana (OCSHA), el padre Campas fue enviado por el obispo de la Diócesis de Vic, monseñor Ramón Mosnou a la Argentina como misionero, siendo destinado enseguida a la Diócesis de 9 de Julio.
En 1959 la OCSHA elaboró el ‘plan de ayuda sacerdotal a Iberoamérica” y dividió
Argentina en dos zonas: la región de Buenos Aires (Morón, Lomas de Zamora, San Isidro y 9 de Julio), que fue asignada a Oviedo, Vic y Tortosa; la región Interior (Tucumán, Santiago del Estero y Resistencia) asignada a Toledo, Albacete, Cuenca y Ciudad Real. Este proyecto fue profundamente modificado debido a los cambios que implicó el “Plan Juan XXIII”, aunque para nuestro país quedó firme el apoyo de la Diócesis de Vic a 9 de Julio por más de una dos décadas, hasta promediar la década de 1970.
El padre Campas no fue el único sacerdote catalán que misionó en la Diócesis de 9 de Julio entre 1957 y la década de 1970. Entre otros, pasaron por estas tierras, los presbíteros Javier Bardolet Sellares, Valentín Bosch, Vicente Burria Casulleras, Luis Calm Baucells, Ramón Casanovas, Joaquín Casarramona Masramón, Miguel Codina, Francisco Fumaz, Luis Molins Verdaguer, Ramón Munta- das, Manuel Pladesala, Ramón Prat, José Semartí , Jaime Soler y Luis Tarraco Planas.
EN LA PARROQUIA
DE FATIMA
El padre Pedro Campas, en 9 de Julio, se desempeñó como cura párroco de la Parroquia de Nuestra Señora de Fátima, hoy Santuario Diocesano. Aquí sucedió a otros dos sacerdotes, también catalanes, al padre Jacinto Anglada Jordá, primer párroco de Fátima, quien regresó a España en 1963 y al padre Ignacio Ribas Prunes.
A Campas lo sucederá, en la Parroquia de Fátima, otro sacerdote de su tierra, el padre José Rosell Angelat y compartirá sus desvelos pastorales con quien fuera su amigo, el padre Pedro Traveset.
En la Parroquia de Fátima realizó una labor misionera muy importante, llegando a una populosa barriada, siempre con el claro objetivo de evangelizar.
REGRESO A ESPAÑA
En 1976 debido a la situación que atravesaba la Argentina, debió regresar a la Diócesis de Vic, donde fue nombrado, después, ecónomo de San Pedro de Perafita (1976) y rector de Santa María del Lago (1985).
En el año 2000, luego de jubilarse, se trasladó a la Casa Sacerdotal de Vic, donde vivió hasta 2015 en que pasó a residir a la Comunidad de las Hermanas Josefinas de la Caridad, en la misma ciudad.
LA LITERATURA Y EL PERIODISMO
Puede decirse que, tanto la literatura como el periodismo, ocuparon en la vida del padre Campas un lugar muy importante. Siempre conservó una prosa ágil y atractiva. Sus textos, al menos los que llegaron a la prensa, se caracterizaron por su diafanidad y concisión.
En España publicó ricas obras en lengua catalana, algunas de las cuales pueden leerse en la web. También se encuentran disponibles otros textos que publicó en prestigiosos periódicos españoles, tales como “La Vanguardia”.
Mientras vivió en esta ciudad, Diario EL 9 DE JULIO lo contó como un permanente colaborador, con sus notas breves y sustanciosas acerca de temáticas muy diferentes. De regreso a España, por muchos años, mientras su salud se lo permitió siguió enviando por correo postal sus aportes.
Su última carta, recibida en la redacción de este Diario, fue de diciembre de 2012. Junto a la misiva, como era habitual envió un relato de su autoría y enumeró saludos para muchos nuevejulienses que había conocido en su residencia en Argentina.
PALABRAS FINALES
El padre Pedro Campas falleció en Vic, España, el 12 de abril de 2016, a la edad de ochenta y siete años. La misa exequial fue celebrada en la iglesia parroquial de San Pedro de Torelló, su terruño natal.
El Obispo de Vic, mon señor Romà Casanova i Casanova, al recordar el ministerio sacerdotal del padre Campas, una vocación de más de siete décadas, afirmó que “fue un servidor de hombres, para que estos se pudieran encontrar con Jesús, el que es el camino, la verdad y la vida para toda persona humana”.
“Lo hizo –añadió el prelado- en todas las parroquias de nuestra diócesis donde fue enviado y a todas las que sirvió en el tiempo de misión”.
Entre sus virtudes se encontraron, siempre latentes, su servicio y amor a todos los que tenía encomendados en su ministerio sacerdotal; su bien hacer y su trato de amigo y de hermano; su sabiduría y su capacidad de comunicarla en sus escritos y sus poemas.