El Año Nuevo, ayer y hoy
El brindis, los buenos deseos y la mesa familiar
Año Nuevo, vida nueva reza el refrán popular. Con la ilusión de que la premisa se cumpla y el año venidero traiga salud, dinero y amor, existen una variedad de costumbres y rituales que se practican con algunas variaciones en todo el mundo.
Para cada momento existe una cábala en particular que con los años se transforma en costumbre.
El Año Nuevo es recibido en todo el mundo por miles de millones con el tradicional brindis, comiendo una uva con cada una de las doce campanadas o con ropa interior especial, entre otros ritos derivados a través de costumbres paganas y religiosas a través de los siglos.
En España comen una uva -con sendos deseos- por cada una de las 12 campanadas que da el reloj de la Puerta del Sol en Madrid a la medianoche, donde se reúnen miles de personas y la televisión lo transmite en directo.
Los mexicanos tienen la misma tradición, a la que suman vestir ropa interior roja o amarilla para invocar suerte en el amor o en los negocios. También ponen una valija frente a la puerta de su casa, que augura muchos viajes el año siguiente.
En el Año Nuevo los búlgaros ahuyentan a los malos espíritus: hombres disfrazados de monstruos (‘Kukeri’) bailan en grandes grupos y espantan a los vampiros. Con temerosas máscaras de madera y fuertes sonidos de campanas que cuelgan en sus trajes quieren eliminar el mal para asegurar buena cosecha y prosperidad.
En Dinamarca la gente festeja con amigos, buena comida, champán y «kransekake», una especie de torta adornada con banderas danesas, lanza fuegos artificiales y los más osados se atreven a darse un baño en las aguas en el puerto de la capital.
EL BRINDIS
Desde hace varias décadas, en Argentina, el recibimiento del Año Nuevo se celebra con una cena que generalmente reúne familiares y amigos. Los platos tradicionales son el asado, o platos fríos como el vitel tonné, la pavita rellena, sándwiches de miga y piononos. Como postre, el pan dulce, turrones, frutas secas, mantecol y postres helados.
En nuestra cultura el brindis de Año Nuevo se ha ido modificando con los años, y el Champagne ganó el lugar de bebida especial al momento de compartir los deseos de prosperidad. Se le atribuye a Dom Pierre Perignon, un monje benedictino francés la iniciativa de brindar con esta bebida, quien tras probarla exclamó: ¡Venid pronto, estoy bebiendo las estrellas!.
EN LA HISTORIA DE
9 DE JULIO
Si bien existe un Si bien existen costumbres que se conservan a través del tiempo, en la celebración del Año Nuevo, es importante recordar que hubo formas distintas de concebir el cambio de un año.
Particularmente, en la historia lugareña del siglo XIX, existente escasas referencias acerca de los festejos del Año Nuevo. En la medida en que la población primitiva, que dejaba atrás los años de la lucha de frontera con el indio, fue conformándose como una sociedad organizada, fueron enriqueciéndose las costumbres y los usos sociales.
Indudablemente, en ello influyó de manera notable el gran flujo inmigratorio del último cuarto del siglo XIX.
En las décadas de 1870,1880 y 1890, la celebración de Año Nuevo transcurría sin mayores y distancias. Más aún, el primer día del año estaba muy lejos de ser un feriado o jornada no laborable. Por lo general, siguiendo la antigua organización municipal, las autoridades asumían el primer día del año en que correspondía la renovación del período. Algo similar ocurría en los establecimientos educacionales que, aunque gozando de un receso estival, los alumnos debían concurrir al salón de fiestas de la casa municipal para recibir los premios a la aplicación. Por ejemplo, concerniente a ello puede citarse el acto realizado el 1 de enero de 1882.
El siglo XX marcó un cambio sustancial en el modo de celebrar el Año Nuevo. Se procuró poner mayor atención y cuidado, dentro de las posibilidades económicas de cada estrato social, en el festejo del nuevo año.
El brindis en la mesa familiar se transformó en el clásico obligado. las orquestas conocidas o las formaciones màs pequeñas, con el cantor a la cabeza, brindando la ya olvidada serenata.
Salir de serenata en Nochebuena y luego de la medianoche en el Año Nuevo, fue una costumbre que se mantuvo a lo largo de muchas décadas. Las serenatas eran por las noches hasta bien entrada la mañana, generalmente cuando los jóvenes y no tan jóvenes después de brindar con la familia, totalmente frescos y sin ganas de molestar a nadie, salían a patear la calle a puro coraje, cantando al azar en cualquier casa, pegados a las ventanas. En otros casos, se cantaba serenata, ante la casa de la novia de algún amigo o músicos, siempre con la grata espera de recibir, a cambio por ejecución musical, una botella de sidra u otro presente.
LA ESTACION DE TREN ERA UNA FIESTA
Cada recordar que, en los dos o tres días previos al festejo del Año Nuevo, las dos estaciones ferroviarias que existían en la ciudad se transformaban en una verdadera fiesta visual, ante el arribo de gran cantidad de personas. Muchos de ellos, nuevejulienses que, radicados por diferentes motivos, fuera de la ciudad, retornaban para celebrar esta fiesta en compañía de familiares o amigos.
A comienzos del siglo XX, aquellas familias que podían hacerlo, no solamente obsequiaban a los suyos en la Nochebuena o en el día de Reyes, también existían presentes en la última noche del año. De dar auge a esta costumbre se ocupaban, especialmente, las grandes casas comerciales de la ciudad de Buenos Aires que difundían las grandes ofertas a través de los periódicos y revistas de circulación nacional.
AYER, HOY Y SIEMPRE
Ayer, como lo es hoy, el Año Nuevo fue motivo, para mucho, de emociones encontradas. La sensación del paso del tiempo, los finales, los inicios, las despedidas, que solían movilizar, como lo hacen hoy, distintas emociones y estados de ánimo.
Hoy, como ayer, el fin de año hace pensar en los encuentros y en los desencuentros, en las alegrías y en las tristezas, en las nostalgias, las ausencias. Hoy como ayer, hay personas que sienten nostalgia por los recuerdos del pasado y por las personas y situaciones que ya no están. Otras, en cambio, se conectan más con el futuro, lo que vendrá, lo que proyectan y quieren hacer en el año que comienza.
Esta realidad es un común denominador entre el ayer y el hoy en la celebración del Año Nuevo. Esto, sin dudas, nos conecta con los hombres y mujeres, nuevejulienses de ayer que, como lo hacemos hoy, se alegraron con la llegada de un nuevo año.
El festejo de fin de año nos pone frente a la imagen inexorable del paso del tiempo. La historia misma de la comunidad nuevejulienses, como grupo humano que se construye y retroalimenta día a día y la historia personal de cada uno que se refleja en el tiempo que transcurre. Un tiempo que, desde siempre, nos obliga a ir dejando atrás el pasado y a proyectar hacia el futuro.
Como sociedad, como nuevejulienses y en la dimensión personal de cada uno, tenemos mucho por delante y también tenemos una historia que nos conecta con el pasado. Entre esos dos polos está el presente, el ahora, el hoy, lo que somos y dónde estamos en este momento preciso de nuestra vida.
Más allá de las emociones que los finales provocan, es importante conectarse con el hoy, sin olvidad el ayer y proyectando el mañana; es decir, aquello que comienza. Un nuevo año es una oportunidad de volver a plantear lo que cada uno anhela y de encontrar la mejor forma para llevarlo adelante.