Historias de vida

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Herlitzka y 9 de Julio
Un hombre y su tiempo
Por Héctor José Iaconis
Hace algunos años visité el cementerio de la Recoleta. Caminando por una calle interior, un tanto angosta, en aquella necrópolis, hallé el sepulcro del ingeniero Mauro Herlitzka. Desde luego, no era la primera vez que estaba en ese lugar; sin embargo, ahora observaba con mayor cuidado ese mausoleo tan destacado por elementos arquitectónicos bizantinos.
Poco después, transitaba bajo el sol de la misma tarde, me encontré cerca de la esquina de Arenales y Carlos Pellegrini y, curiosamente, sobrevino a mi mente, una vez más, el nombre del ingeniero Mauro Herlitzka: Hace más de tres décadas, entre Marcelo T. de Alvear y la Avenida del Libertador, en la vasta franja por donde hoy se despliega la Avenida 9 de Julio, habían existido seis manzanas, un barrio hoy desaparecido al que denominaban “del Socorro”. Precisamente allí, en Arenales entre Pellegrini y Cerrito se levantaba, entre algunos caserones señoriales, la vivienda de la familia Herlitzka.
UN NOMBRE
Siendo aún adolescente, en 1992, cuando recorría antiguos documentos leí por primera vez el nombre de Mauro Herlitka. Varios años después, lo oí de labios de Don Emilio Naudín, en casa de mi amigo Angel Rodríguez y, más tarde, lo volví a escuchar en comentarios de Don Joaquín Viegas.
A fines del pasado año, dialogando sobre temas relacionados con los orígenes de la Usina Eléctrica Popular, Don Jesús A. Blanco me citó a Herlizka; él también, siendo joven, había escuchado mencionar ese apellido por los mismos hombres que, seis décadas atrás, gravitaban en el contexto del denominado “problema eléctrico”.
¿Quién era, pues, Mauro Herlitka? Nacido en Trieste (Italia) hacia 1871 y fallecido en Buenos Aires en 1960, había obtenido el título de ingeniero electromecánico cuando contaba veintitrés años. Poco después, prosiguiendo su formación académica había frecuentado el Instituto Politécnico de Chanlotterburg, en Berlín. Por esos años comenzó a vincularse con algunas empresas especializadas en la manufactura de materiales eléctricos, como Siemens.
De regreso a su patria, en Milán, dirigió el laboratorio de electrotecnia de Pirelli, hasta que fue nombrado jefe del Departamento de Construcción de Usinas Eléctricas de la Allgemeine Elektrizitäts Gesellschaft (A.E.G.), en Alemania.
Alrededor de 1897 visitó la Argentina, enviado por la A.E.G., para efectuar estudios en el mercado de las usinas; y, a comienzos de siglo, retornó a este país, ya de manera permanente, como delegado y director de la Compañía Alemana Trasatlántica de Electricidad (C.A.T.E.), cuya agencia administró en Buenos Aires. A su emprendimien- to decidido y a su organización se debe la construcción de la importante planta de electricidad de Dock Sud.
EN 9 DE JULIO
Desvinculado de la C.A.T.E., el ingeniero Herlitzka consolidó un grupo financiero e industrial, que se dedicó a la adquisición y el usufructo de usinas en el interior del país. En 1913, compró la usina construida poco antes en 9 de Julio y constituyó la “Empresa Eléctrica Nueve de Julio”. Desde entonces, el denominado “Grupo Herlitzka” explotó el servicio de energía eléctrica en esta ciudad.
A fines de 1929 Herlitzka, procurando completar la absorción definitiva del servicio eléctrico en una parte del interior del país, y tal vez requiriendo mayores capitales, transfirió todas sus usinas al holding norteamericano Electric Bond an Share Company, directamente enlazado con la General Electric y perteneciente a la poderosa banca “J. P. Morgan & C.”.
En la Argentina, esa compañía organizó cinco sociedades anónimas, conocidas por la sigla A.N.S.E.C, y se ocuparon de la administración -según la ubicación geográfica- de las plantas generadoras de electricidad adquiridas a Herliztka. Una de esas empresas, la Compañía de Electricidad del Sud Argentino, recibió la transferencia de la usina de 9 de Julio y del contrato de concesión de servicio respectivo, en 1932… Al parecer, Herliztka, se mantuvo vinculado a A.N.S.E.C. hasta cerca de 1946.
EN LA HISTORIA
Según anotan Dionisio Petriella y Sara Sosa Miatello, el ingeniero Herlitzka promovió algunas obras de envergadura en la Argentina, tales como la construcción de ramales de tranvías en la Capital y a Quilmes, cuyos trabajos dirigió; la construcción, en Corrientes, del Ferrocarril Económico; la introducción, por primera vez en el país, del servicio telegráfico según la invención de Marconi; y la extensión de líneas telefónicas en ciudades de trece provincias argentinas.
Fundó, además, algunas instituciones: la Asociación Argentina de Electrotécnicos y la Asociación de Productores y Distribuidores de Electricidad. También la colectividad italiana lo contó como un resuelto colaborador, desde el Club Cannotieri Italiani, el Círculo Italiano y el Instituto de Cultura Itálica, entre otros. Uno de los reyes de Italia lo designó Comendador de la Corona.
Aún guardo en mi mente el recuerdo de la expresión tanto de Naudín como de Viegas, al mencionar a Herlitzka. Aún podía advertirse una pasión, que se tornaba casi actual. Aunque habían transcurrido más de medio siglo, parecía estarse refiriendo a un personaje presente, inmerso de un problema todavía vigente… Era lógico. Esos hombres, esos dos vecinos nuevejulien-ses, habían vivido muy de cerca cada instancia de ese prolongado proceso histórico, un período de más dos décadas de luchas, que se vio consumado con la cooperativiza-ción del servicio de energía eléctrica.
Con todo lo que envuelve la compleja dimensión de una persona en su derrotero de errores y de virtudes, de hechos memorables o a veces no tan heroicos, el nombre de Mauro Herlitzka ya forma parte de la historia.

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