Por Héctor José Iaconis.
En una de las esquina de la calle Edison y avenida San Martín, se encuentra ubicada una antigua placa conmemorativa que, sin dudas, pasa inadvertida para la mayoría de los transeúntes. Se trata de la que, la antigua Asociación Argentina de Electrotécnicos, mandó fundir en honor de Tomás Alva Edison, con motivo de conmemorarse el 50º aniversario de la invención de la lámpara incandescentes, en 1929.
La Municipalidad de 9 de Julio confirió el nombre de Edison a la calle que originalmente se denominaba Jujuy. Precisamente, sobre esa arteria se encontraba la usina eléctrica perteneciente a la Empresa Eléctrica “9 de Julio”, luego propiedad de la Compañía de Electricidad del Sud Argentino (Edison esquina Cardenal Pironio), hoy sede del Museo, Archivo Historico y Centro Cultural “Julio de Vedia”.
En la fachada de la usina debía colocarse originalmente la placa; pero, por diferentes circunstancias, la misma quedó olvidada en la Oficina Electrotécnica Municipal hasta que, años más tarde, se la ubicó donde actualmente se encuentra.
LA PLACA Y SU AUTOR
En esta oportunidad no nos detendremos en la figura de Edison, sino más bien en la placa conmemorativa y en en su autor, el prestigioso escultor y medallista Alfredo Bigatti.
La placa que se encuentra en 9 de Julio refleja, principalmente, un retrato de busto, en bajo relieve, del inventor.
Se trata de una obra artística interesante, no solamente en su aspecto escultórico, sino también en su epigrafía; es decir, la tipología de texto y su tipografía.
Su autor, el escultor Alfredo Bigatti, nació en Buenos Aires el 19 de julio de 1898 y murió en la misma ciudad en 1964.
Estudió dibujo y modelado y en 1918 egresó de la Academia Nacional de Bellas Artes. Entre 1923 y 1924 perfeccionó sus estudios en París, donde concurrió al estudio del escultor Antoine Bourdelle.
Durante muchos años se dedicó a la escultura destinada a espacios públicos, labor reflejada en los monumentos a Bartolomé Mitre en La Plata; al General Julio A. Roca, en Choel-Choel, Provincia de Río Negro y a la Bandera, trabajo compartido con el escultor José Fioravanti, en Rosario, Provincia de Santa Fe. A su vasta producción como escultor (bajorrelieves, retratos, figuras) se une, con igual mérito, su tarea como dibujante, grabador, medallista y ceramista.
En 1944 fue nombrado académico de Bellas Artes.
Los museos más importantes del país poseen obras suyas. Entre otros, obtuvo el Primer Premio de Escultura en el Salón Nacional, Buenos Aires, 1926; el Gran Premio Municipal de Escultura en el Salón de Rosario, 1929; el Gran Premio Nacional de Escultura en en el Salón Nacional, Buenos Aires, 1935; el Gran Premio de Escultura en la Exposición Internacional de París, 1937 y la Medalla de Oro al Grabado en la Exposición Internacional de Bruselas, 1958.
Alfredo Bigatti forma parte de una generación de escultores que en las décadas de 1920 y 1930, tuvieron un papel protagónico en la renovación del lenguaje artístico de nuestro país. Junto con Pablo Curatella Manes, Antonio Sibelli no, Sesostris Vitullo, Luis Falcini y José Fioravanti aportó un nuevo concepto estético en el campo de la escultura.
Según Adriana van Deurs fue un “artista de gran ductilidad, trabajó sus obras en yeso, mármol, bronce, arcilla, piedra, cerámica y terracota; también abordó, con el mismo éxito, las técnicas del dibujo, acuarela, tinta china y grabado destacándose como un excelente dibujante”.
“Fue -añade la autora- en el campo de la escultura argentina, uno de los artífices de ese punto de inflexión entre una estética academicista y una vanguardia contundente, como lo eran a principios de siglo, el cubismo y el surrealismo. Se mantuvo dentro de la línea figurativa pero incorporando aquellos elementos de síntesis y abstracción geométrica que confieren a sus piezas una gran coherencia estructural”. (Fuente: Fundación Forner-Bigatti)
PATRIMONIO CULTURAL DESCONOCIDO
El caso de esta placa, casi olvidada, no es el único que nos interpela sobre el interés que ponemos al patrimonio cultural de la ciudad. Hasta hace poco tiempo, en la esquina de San Martín y 25 de Mayo, la marquesina de un comercio tapaba la placa conmemorativa del Centenario de la Revolución de Mayo, de 1910. Hoy, afortunadamente, la misma está visible, aunque, por la altura, se hace difícil su apreciación.
La ciudad de 9 de Julio cuenta con interesantes placas conmemorativas distribuídas en edificios públicos, calles, plazas y, desde luego, en los monumentos. Las mismas ofrecen la posibilidad de acceder al conocimientos de acontecimientos históricos y, al mismo tiempo, a descubrir o redescubrir un aspecto del pasado de la comunidad.
Para ello es interesante observar las placas conmemorativas con un sentido interrogativo; pues, es mucha la información que podemos encontrar en ellas.
Pequeña guía para la observación de una placa conmemorativa:
1. Observación detenida de la placa.
2. Descripción de la placa: a) Temática; b) Material y composición; c) Acabado, textura y policromía; d) Forma; e) Si posee bajorrelieve, altorrelieve o cuadro escultórico; f) Tipos de adornos, si los tiene; g) Tipo de enmarcación o soporte; h) Originalidad del modelo (“de
diseño”, “de catálogo”, “seriado”, etc.).
3. Ubicación (lugar donde se encuentra amurada).
4. Fecha/Datación (inscripta en la placa).
5. Identificación del fundidor/grabador/escultor (este dato,
generalmente, se ubica en el plano inferior de la placa).
6. Identificación del hecho que conmemora o personaje histórico a que refiere.
7. Funcionalidad: a) Contexto histórico en que fue colocada; b) Impacto visual; c) Carácter (público o privado).
8. Epigrafía: a) Tipología de texto; b) Niveles del lenguaje; c) Aspectos históricos, sociales o culturales contenidos en el propio texto o deducibles de él; d) Alcances del contenido textual y clasificación de la inscripción (conmemorativa, votiva, honorífica, sepulcral, etc.); e) Tipografía (familia tipográfica escogida en la inscripción).